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Crecer rodeado de picante y escribir de ello

Conoce la historia de vida del investigador Fernando Dávila, el nuevo columnista de Aderezo

Mi nombre es Fernando Dávila, nací, crecí y me desarrollé rodeado de picante. Soy un mexicano obsesionado en tratar de comprender el increíble fenómeno que nos hace encontrar placer al enchilarnos. Mi pasión por este tema está cimentada en dos hechos tan fortuitos, como afortunados que marcaron el destino de mi vida intensamente.

En primer lugar, tuve la fortuna de nacer dentro de una familia cuya actividad económica preponderante era la compra y venta de chiles secos; crecí entre bultos y pacas de chiles secos, entre semillas de chiles tiradas en piso por millares y en el picante aroma que se acumula en una bodega que almacena este fundamental producto; un aroma que está guardado en mí para siempre y me evoca memorias de mi familia, mi pasado y tanta gente e historias con las que me he cruzado en esta industria del picante.

En segundo lugar, tuve la fortuna de que mi familia ejerciera esta actividad en un sitio vibrante de la Ciudad de México, el Mercado de Jamaica, mismo que ha sido para mí no solo un lugar de trabajo, sino el sitio que guarda mis más felices memorias infantiles, un enorme restaurante con infinita variedad de deliciosa comida y el sitio de encuentro con muchos amigos de toda la vida.

Mi abuelito llegó a establecerse en este sitio de tradición comercial a mediados de los años 50. Poco a poco y a través de mucho esfuerzo, adquirió un local sobre lo que hoy es Av. Morelos (eje 3 sur) justo a un costado del Mercado de Jamaica, esta sería la piedra fundacional de La Flor de Jamaica, nuestra empresa familiar dedicada al comercio de chiles secos durante ya más de 60 años y tres generaciones viviendo y trabajando en este lugar tan especial en la Ciudad de México.


Vivir y trabajar aquí te vuelve algo así como el “bibliotecario” de la cocina, aprendes rápidamente a distinguir entre chiles secos, especias, semillas y los usos que la gran cantidad de gente que viene a comprar les da

— Fernando Dávila

Ambos sucesos implantaron en mí el interés natural por el comercio, los mercados y el buen trato al cliente; pero sobre todo me abrieron las puertas a un mundo de conocimiento del que no fui consciente, hasta muchos años después. Vivir y trabajar aquí te vuelve algo así como el “bibliotecario” de la cocina, aprendes rápidamente a distinguir entre chiles secos, especias, semillas y los usos que la gran cantidad de gente que viene a comprar les da, no hace falta más que intercambiar algunas palabras con ciertos clientes y listo, acabas de aprender un uso nuevo que tal persona le da tal producto. Te vuelves muy bueno distinguiendo entre especias, la calidad de las mismas, y por qué no, también en asesorar a uno que otro cliente confundido. Imaginen el conocimiento que se puede acumular bajo esta forma de vida al paso de los años. 

Fue justamente esto lo que por primera vez me hizo darme cuenta que existía un vacío en el conocimiento que tenemos sobre nuestros chiles y sobre el acto de enchilarnos. Y si bien nadie está obligado a saberlo todo, me parecía bastante extraño y sin sentido pensar que por una parte los mexicanos somos reconocidos internacionalmente por nuestro gusto por la comida picante y las muchas y creativas formas en las que el picante está presente en nuestra gastronomía, pero por otra parte la mayoría de personas no eran capaces ni de reconocer el chile seco que necesitaban comprar. Fue así que en 2016 decidí comenzar a compartir información valiosa que había aprendido durante tantos años trabajando con mi papá y mi abuelito en La Flor de Jamaica. Y desde ese entonces, cuando colocamos una mesa de madera para poder comenzar a ofrecer talleres sobre los chiles mexicanos dentro de nuestra bodega entre pacas y anaqueles, hasta ahora que mi equipo y yo hemos tenido la fortuna de compartir este conocimiento y nuestra pasión por el picante, en un viaje inesperado que nos ha llevado a seguir aprendiendo y conociendo tantos lugares como gente de todo el mundo, algo que jamás imaginamos que sucedería, y menos, que el picante sería el boleto para subirnos a este tren. 

Y para muestra un botón, si hoy lees estas líneas es justamente una nueva oportunidad que se abre por y para el picante, para darle el lugar que se merece en nuestra sociedad, para aprender un poco más sobre lo que estamos comiendo, y sobre todo para reflexionar qué tanto de nuestra forma de ser y existir como mexicanos se lo debemos al acto de comer picante y a nuestro amor por enchilarnos, algo que muy bien dijo Fray Bartolomé de las Casas varios siglos atrás “sin chile los mexicanos sienten que no comen”; pues bien, esta columna será una pequeña forma de rendir homenaje a ese gusto que nos apasiona y nos da parte de nuestra identidad como mexicanos, que nos une y que tanto llena de sabor cada bocado en este país.

Espero que puedas acompañar esta lectura semana a semana, seguir en este viaje a través de las letras y puedas caer en cuenta del gran valor que el chile y el picante tienen en nuestra sociedad pero que a veces, más frecuentemente de lo que nos gustaría aceptar, no somos capaces de ver.

Así que abramos esta nueva vía de comunicación, en la que nos encantaría poder escucharte también, saber tus dudas y preguntas más frecuentes respecto a este tema, para que así podamos poco a poco generar un espacio de consulta en el que los amantes del picante podamos encontrar un espacio para aprender más respecto a este maravilloso tema. Nos leemos la próxima semana. 

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