El mercado del cuidado personal mueve mucho dinero, ¿cómo saber si lo que ponemos sobre la piel realmente funciona? Entre mascarillas de aguacate recomendadas por la abuela y cremas que prometen juventud eterna, surge una cuestión importante, ¿no será más efectivo cuidarnos desde dentro, con lo que comemos, en lugar de depender exclusivamente de productos?
La nutrición y el cuidado de la piel no son enfoques mutuamente excluyentes, pero no son iguales. Ana Riga, nutrióloga y colaboradora del podcast Comer Limpio, de Aderezo, lo explica claramente: “La belleza externa no solo depende de los productos tópicos que usamos, sino de nutrir el cuerpo. Para lucir bien por fuera, hay que estar bien por dentro”. Y tiene razón. Las cremas y mascarillas pueden ser herramientas útiles, pero no transforman radicalmente el estado de salud de la piel.
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El cuidado tópico está limitado por la biología. La piel actúa como una barrera protectora que dificulta la penetración de activos más allá de sus capas. Esto significa que muchas alternativas solo alcanzan a hidratar o tratar problemas superficiales, mientras que una dieta equilibrada puede nutrir células desde el organismo.
Asimismo, el auge del cuidado facial personalizado ha desplazado al maquillaje como protagonista en la industria de la belleza. Mascarillas con aguacate y péptidos, junto con sueros, prometen milagros. Pero Ana Riga lanza una advertencia: “Gastamos mucho dinero en productos que prometen, ignorando que la base de una piel sana está en los nutrientes que ingerimos”.
Mientras tanto, las mascarillas hechas en casa con ingredientes como miel, yogurt o aguacate pueden ser beneficiosas, pero no por las razones que uno imagina. “Son más una experiencia sensorial que un tratamiento efectivo”, aclara Riga. Estos insumos ofrecen hidratación temporal y una sensación de cuidado, pero sus beneficios no llegan a competir con una dieta nutritiva.
Entonces, ¿qué funciona mejor? La respuesta es un equilibrio. Mientas que los productos especializados resuelven problemas específicos, como el acné, la base para una piel radiante. Riga lo resume bien: “No necesitas esperar años para ver resultados; tu siguiente comida puede ser el primer paso”.
¿Qué hay en tu plato?
“Empieza eliminando lo que sabotea tu piel y añade aquello que la nutre”, recomienda Riga. La alimentación saludable, rica en antioxidantes, vitaminas y grasas esenciales, tiene un impacto directo en la salud cutánea. Algunos ejemplos incluyen:
Vitamina C. Esencial para la síntesis de colágeno. Presente en frutas como las naranjas, fresas y kiwis.
Omega-3. Grasas saludables que reducen la inflamación. Encontradas en pescados grasos, nueces y semillas de linaza.
Zinc. Fundamental para la reparación de tejidos. Disponible en carnes magras, mariscos y legumbres.
Buenas prácticas
Alimentarte bien es vital. Consume frutas, verduras, grasas adecuadas y mucha agua.
Protégete de los rayos UV. Usa protector solar todos los días.
Evita los excesos. Reduce el consumo de azúcares y alimentos ultraprocesados.
No te olvides del agua. Combina hidratantes tópicos con una buena ingesta de líquidos.
Escucha a tu cuerpo. Si tienes problemas persistentes, consulta a un dermatólogo o un nutriólogo especializado.
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