Por Iván Ibarra
El elote es uno de los alimentos principales de los mexicanos, pues se cocina y sirve de distintas maneras alrededor del país. Ya sea esquite, trolelote, vasolote o elote en vaso, en todas las localidades de México se puede encontrar, al menos, un puesto donde se vende el maíz preparado.
En Morelia, desde el lugar botánico de La Biznaga, Nair Leana Morales concibió una forma de combinar tradiciones de Oaxaca y Michoacán a través de la transformación del tradicional elote, dando como resultado el hojalote de chapulines.
Este platillo tan particular se sirve en una hoja de maíz, desinfectada con antelación, sobre la cual se colocan los granos de elote, junto con queso, crema y limón, acompañados de salsa de aceite con cacahuate y otra de chile negro.
Para darle el último toque, se sirven chapulines dorados al ajillo que viajan desde territorio oaxaqueño para deleitar los paladares morelianos.
Aunque el consumo de este insecto no es una práctica normal en la capital michoacana, Nair asegura que poco a poco el hojalote con chapulines comienza a ser aceptado por sus clientes, que al principio se mostraban inseguros de probar tan peculiar alimento.
“La verdad es que a la gente se le hace raro comer chapulines, pero hay personas que ya los probaron y en cuanto se enteran que los vendemos vienen a probarlos. También vendemos hojalotes sencillos; entonces, les damos de probar poquitos chapulines para que se animen y ya nos los piden, casi siempre funciona”, expresa.
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Aunque la idea de combinar los chapulines con el elote no es del todo nueva, lo que hace atractivo a este producto es su presentación, pues además de ser creativa y práctica, es 100% sustentable.
Nair acepta que parte importante del desarrollo del hojalote es el encontrar una alternativa al desechable que tradicionalmente se usa para servir el maíz, pues la mayoría de las veces es en vaso de unicel que tarda demasiado tiempo en descomponerse.
“Aunque digan que son biodegradables, realmente solo lo son en compostas industriales y no se degradan en compostas caseras o enterrándolos. Luego solo los pintan de café y ya dicen que son ecológicos, cuando la realidad es otra”.
Añade que esta forma de comer el elote también anima a sus clientes a repensar en el uso de los desechables, pues “enseñamos con el ejemplo que hay más opciones que son mucho más amigables con el medio ambiente”.
Desde La Biznaga, el hojalote de chapulines seguirá sorprendiendo a propios y extraños, a su vez que inicia a trazar la ruta hacia una nueva consciencia del consumo sin desechables.
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