El vino por lo regular está asociado en la mente de muchas personas con el lujo y la exclusividad (especialmente en nuestro país y en otros del continente americano; en Europa no lo es tanto). Pensamos que el mejor vino es el más caro (ya hemos dicho que no necesariamente es así) y nos hacemos a la idea que el vino es, hasta cierto punto, poco amigable. En realidad yo pienso que es más bien un desconocimiento generalizado porque hay bebidas que se consumen en nuestro país y que, haciendo una comparación por volumen, son igual o más caras (o menos buenas) que nuestro vino. Si vamos más allá, nos sentimos más orgullosos de nuestro tequila y mezcal que de nuestro vino (por razones ciertas y entendibles). Pero el vino mexicano tiene mucho que dar. Aquí menciono algunas ideas para potenciar su consumo y su reputación en el mundo:
Lo primero que tenemos que hacer es establecer un sistema de denominación de origen geográfico y de calidad del vino mexicano. Actualmente no existe una delimitación clara que nos indique las zonas geográficas de procedencia de la bebida, ni tampoco tenemos reglas claras en cuanto a la calidad de la producción. Si vemos una botella de vino mexicano, no hay forma de saber si es buena o mala y bien podríamos dejarlo a la suerte. No estoy en contra de libertad y la capacidad de experimentación respecto a las mezclas varietales, estilos y procedencia, pero sí sería muy útil para el consumidor tener en mente ciertos parámetros que le ayuden a catalogar los distintos tipos de vino que hay en nuestro país.
El segundo asunto que tenemos que tomar en consideración es el costo del vino en México. Si bien es cierto que los impuestos que paga esta bebida son elevados, el costo general por botella supera el promedio que tienen otras regiones vitivinícolas del planeta, haciendo difícil para el consumidor el poder justificar el consumo de este: ¿por qué comprar vino Mexicano si hay vino de otros países mucho más barato? Por la calidad, la especificidad, la diferenciación, etc. Pero mientras el costo del vino mexicano exceda el promedio de otros vinos del mundo, será complicado posicionar el producto nacional en la mente de los consumidores en el país y para los extranjeros. Sabemos que el vino mexicano tiene mucho para competir en la escena global, así que debemos aprovechar la oportunidad.
La tercera cosa que me parece tenemos que cambiar es la cultura popular respecto del vino en nuestra nación. Así como mencioné al inicio que los mexicanos nos sentimos profundamente orgullosos de nuestro tequila y mezcal, yo pienso que tenemos que estar igualmente felices porque la calidad del vino de México compite con otros lugares y otros países al más alto nivel. Pero tenemos que modificar la asociación que hacemos del vino como un producto relativamente exclusivo y de uso reservado. Todo lo contrario. Tenemos una bebida que vale la pena promocionarse y por ende, debemos hacerlo porque en realidad, estamos promoviendo la cultura, la gastronomía, la herencia social de México.
Ninguna de estas ideas podría funcionar necesariamente por sí sola y de forma aislada. Requiere que cambiemos en los tres aspectos y que, de la mano con diversos sectores, se impulse al vino mexicano por todo lo alto. Estas tres condiciones serían útiles al momento de analizar las oportunidades que nuestro vino tiene en la escena internacional, y sobre todo, cómo potenciar su consumo dentro y fuera de las fronteras nacionales. ¿No me creen? Basta probar un vino Nebbiolo del Valle de Guadalupe, por ejemplo, en maridaje con la gastronomía típica local para darnos cuenta del tesoro que tenemos.
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