Vamos a decirlo sin rodeos, la miel es el Dorian Gray del mundo alimenticio. Mientras tus galletas favoritas se ponen rancias, tu yogurt se transforma en un ecosistema desconocido y hasta el arroz termina criando ácaros, la miel… sigue ahí. Intacta. Dulce. Brillosa. Como si el tiempo no pasara por ella. La puedes encontrar en la tumba de un faraón egipcio y aún será comestible.
Pero, ¿cómo es posible que un alimento no caduque? ¿Qué magia tienen esas gotitas doradas que desafían al calendario? ¿Y cómo asegurarte de que la miel que tienes en casa no sea una trampa disfrazada de salud? Bienvenido a este recorrido por el universo meloso de las abejas y su prodigiosa creación.
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No es un mito de TikTok ni una leyenda urbana del WhatsApp. La miel no caduca. En 1922, un equipo de arqueólogos encontró vasijas con miel perfectamente comestible en una tumba egipcia de más de 3,000 años de antigüedad. Y no, no era una momia repostera. Lo que encontraron fue una prueba contundente del poder de conservación natural de este alimento, que, mientras se mantenga bien cerrado y lejos de la humedad, puede durar literalmente para siempre.
¿Por qué? La miel es naturalmente baja en agua y alta en azúcares, lo cual impide el crecimiento de bacterias y hongos. A eso le sumamos su acidez y la presencia de peróxido de hidrógeno, una sustancia con efectos antimicrobianos. ¿Resultado? Un entorno letal para los microorganismos, pero ideal para nuestros antojos.
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¿Qué es exactamente la miel?
La miel es el producto de un proceso fascinante protagonizado por las abejas. Según información del Gobierno de México, este alimento comienza como un néctar ligero y fácilmente perecedero que las abejas transforman en una sustancia estable y rica en carbohidratos —principalmente fructosa y glucosa— mediante un proceso de deshidratación y fermentación natural. Su composición exacta depende de las flores que las abejas visitan, lo que le da distintos sabores, colores y propiedades.
En México, se producen más de 57 mil toneladas de miel al año, siendo Yucatán y Campeche los principales estados productores. La calidad de la miel mexicana es tan alta que es una de las más cotizadas en el mercado internacional. Así que sí, puedes sentirte orgulloso cada vez que endulzas tu té con una cucharadita de esta delicia nacional.


El otro lado del panal: la miel falsa
Como todo lo valioso, la miel también es víctima de la piratería. Es fácil adulterarla con glucosa comercial, azúcar refinada o jarabe de maíz de alta fructosa. En mercados y tianguis es común encontrar miel falsa con agregados como cera o incluso abejas muertas (sí, leíste bien) para simular pureza.
Según el Departamento de Medicina y Zootecnia de Abejas de la UNAM, una forma sencilla de saber si una miel es auténtica es observar si se cristaliza con el tiempo. La cristalización no significa que se echó a perder, al contrario, es un indicio de su origen natural. La miel auténtica cambia de estado según la temperatura: se mantiene líquida por unos 14 días si está por debajo de los 14 °C, pero después se solidifica.
¿Y cómo saber si compras miel real?
Aquí es donde entra la ciencia casera y un poco de detective. Liborio Carrillo Miranda, técnico académico del Módulo de Apicultura de la FES Cuautitlán (UNAM), recomienda varias pruebas simples:
Conductividad eléctrica: La miel verdadera contiene minerales y aminoácidos. Si se usa un conductímetro y el resultado es cero, probablemente no es miel, sino un menjunje de glucosa. Un valor de 001 o más indica autenticidad.
Prueba de dextrina: Se mezcla una cucharada de miel con agua fría y se le añade alcohol puro al 96 %. Si aparece una espuma blanca (precipitado), contiene dextrina, un subproducto de la glucosa industrial. Mala señal.
Luz negra: La miel auténtica fluoresce bajo luz ultravioleta debido a los flavonoides que contiene. Si tienes una lámpara UV en casa (de 365 o 395 nm), puedes ver ese brillo característico. Si no brilla, desconfía.


Más que un dulce
Además de ser deliciosa, la miel tiene un historial médico impresionante. La Gaceta UNAM reporta que posee propiedades antibióticas, antioxidantes y antibacterianas. Se usa para suavizar la garganta, aliviar la tos y hasta para curar heridas. En invierno, es un aliado fundamental contra las infecciones respiratorias.
Sus flavonoides y compuestos activos la convierten en algo más que un simple endulzante. Incluso, según Carrillo Miranda, la miel auténtica es más dulce que el azúcar convencional, por lo que necesitas menos cantidad para obtener el mismo efecto en tus recetas o bebidas.
Por otro lado, comprar miel pura no solo es bueno para tu salud, también es un acto de justicia social. Muchos apicultores mexicanos venden su producto por debajo del costo de producción, especialmente cuando no se reconoce su valor real o se prefiere la versión adulterada y más barata. Al elegir miel auténtica, estás apoyando un oficio que contribuye al equilibrio ecológico, ya que las abejas son vitales para la polinización de cultivos.
Consumo consciente
Lee la etiqueta: Si ves ingredientes añadidos, ya no es miel. El etiquetado correcto dirá “consumo preferente” en vez de “caducidad”.
Prefiere proveedores confiables: Busca apicultores locales o marcas certificadas.
Almacénala bien: En un frasco cerrado, lejos de la humedad y el calor extremo, la miel puede acompañarte toda la vida.