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Cuaresma: La relación entre el vino y la iglesia

Ente uvas y taninos: Descubre la relación de la vid con esta época del año

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La Cuaresma, ese periodo que la Iglesia Católica destina antes de la Semana Santa para reflexionar sobre nuestra vida y que comienza con el Miércoles de Ceniza.

Recuerdo que cuando era niño, en mi casa se observaban los preceptos católicos de no consumir carne los viernes de Cuaresma porque era “vigilia”. Y en ese sentido me puse a pensar que sería interesante hablar sobre el vínculo de la comida con la religión. En mi opinión, al igual que otras cosas de nuestra vida, están íntimamente relacionados, por ejemplo, la comida “Kosher” tan importante para los judíos, o para los musulmanes el “Halal”. Pero ¿y el vino? ¿Tiene relación con la religión de alguna manera? Claro que sí. En algunas de ellas se usa con fines sacramentales y en otras no está permitido su consumo. Pero vamos un poco a la historia en el caso de México y las Américas. 

La producción de vino en las Américas comenzó precisamente con los misioneros que plantaron vides para producir vino con fines sacramentales. Mucho de ello se dio en la Alta y Baja California, donde las misiones establecidas contaban con viñedos (no es casualidad que esas sean las áreas vitivinícolas más importantes de América del Norte). Incluso vamos más allá, porque seguramente le hemos escuchado a alguien decir: “el viñedo más antiguo del mundo”, “la primera región en producir vino en la historia”, o bien, en México, casas vitivinícolas o regiones que se jactan de producir vino desde las épocas coloniales. Independientemente de que lo anterior es una gran técnica mercadológica (decir que un vino determinado ha sido producido en una región específica desde la época de la Conquista), la realidad es que lo anterior es bastante cierto. 

El vino tiene una larga tradición con la Iglesia Católica desde tiempos lejanos. Incluso durante la “Prohibición” en Estados Unidos, algunas casas vinícolas no interrumpieron sus operaciones puesto que la producción de vino con fines eclesiales estaba permitida. Por eso es por lo que cuando algunas casas productoras afirman que han producido vino desde hace siglos, es probable que digan la verdad. 

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Pero si vamos más allá, el vino siempre ha jugado un papel relevante como símbolo religioso y espiritual. Simboliza muchas cosas (puede ser el amor, la unión, la alegría, la fiesta). No se necesita elaborar demasiado para darnos cuenta de las alegorías y metáforas que hay en los textos religiosos sobre este producto. El vino y la religión, como muchas otras cosas de nuestra vida y cultura, están íntimamente vinculadas. En mi opinión, lo anterior guarda algo misterioso y encierra incluso un aire poético.

Por esta y otras razones, el vino resulta un producto multifacético. Puede ser utilizado en cenas elegantes para demostrar sofisticación (como habría sido la tradición en muchos casos), pero también simboliza la cultura de un país, de una comunidad. Como artículo religioso no es muy diferente de otros: la religión también se alimenta de símbolos culturales y de tradiciones específicas, lo que confirma aquello que hemos dicho desde hace tiempo: el vino adquiere el mejor significado que nosotros queramos darle y es una oportunidad de estudiar con detalle esas cosas de la vida cotidiana que nos hacen tan diferentes, pero al mismo tiempo tan similares. En mi caso, el vino es motivo de unión, de encontrar las coincidencias y darnos cuenta de que, en el fondo, somos mucho más parecidos de lo que creemos: el vino por lo regular simboliza más o menos lo mismo alrededor del mundo. 

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