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El ejidatario que “transformó” maíz en durazno

Te contamos la historia de un productor que trabajó años para convertirse en duraznero

En las huertas San Pedro, situadas en las faldas de la Malinche, el olor aromático de los duraznos amarillos, rojizos, alimonados y guindas es percibido por los compradores que visitan el Pueblo de la Cruz, municipio de Huamantla, Tlaxcala.

Una diversidad de aves, se encargan de seleccionar -de mayo a septiembre- los más dulces; un 20 % de la producción es picoteada, no hay forma de evitarlo, son las voces divinas cada mañana.

Se trata de los injertos de Atlax, Rocío, Escarcha, Diamante, Atardecer, Oro de Tlaxcala y nuevos materiales que todavía no tienen nombre.

A Pedro Romero de Lázaro le llevó una tercera parte de su vida, transformar terrenos de maíz nativo, en potenciales huertas de durazno de calidad. A sus 63 años contó que algunos ejidatarios le dijeron que estaba loco si es que pensaba producir melocotones de hasta 300 gramos cada uno -a dos mil 800 metros de altitud- en las faldas de la montaña.

Lo anterior, -dijo- porque para producir duraznos sólo dependía del temporal de lluvias, -un cielo incierto con repentinas granizadas- cuando existen huertas tecnificadas con subsidios del gobierno en Tlaxcala.

Foto. Tomás Baños



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Ya que al inicio del proyecto -establecieron las plantas durante cinco años- fue a cielo abierto, enfrentó pérdidas económicas por desastres naturales.

El ejidatario que en 1990 trabajó con frutales de durazno, manzana y naranja en Washington, California y Orange, Estados Unidos de América, (EE. UU.) empezó con 50 plantas, pero ahora tiene 10 mil árboles en desarrollo y producción en cuatro huertas.

Para el presente temporal estima una cosecha de 40 toneladas y cada una cuesta 15 mil pesos, lo que lo posiciona entre los primeros durazneros potencial a nivel estatal y el primero en Huamantla.

Además, para rescatar variedades criollas consolidó una parcela con plantas de todos los ejidos que rodean a la montaña Malinche en Puebla y Tlaxcala.

Ahora, en sus huertos presume árboles con una producción de hasta 50 kilogramos cada uno; fruta de calidad, buen tamaño, color y dulzura.

Y no solo eso, también promueve la certificación ante la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural con la finalidad de que el próximo año la cosecha alcance un precio de garantía, es decir, un mercado seguro.

Esto, porque ahora, se enfrentan a problemas de comercialización en el mercado y -con las lluvias intensas- a la pérdida de fruta por exceso de humedad.

Foto. Tomás Baños

¿Cómo consolidó este proyecto frutícola?

-”Un día, nos visitó el antropólogo estadounidense, Tim Tucker, me regaló 50 plantas de durazno y me dijo cómo producirlas”.

Expresó que fueron cinco años de experiencia e inversión de capital con la idea de establecer la primera huerta en San Pedro.

Recordó que de 1990 a 1995 cruzó la frontera hacia los EE. UU., porque no había empleo y sus cinco hijos comenzaban a crecer.

Comentó que durante ese lustro en tierras estadounidenses aprendió a sembrar y cosechar naranja, manzana y durazno.

En entrevista con el Sol de Tlaxcala, dijo que aunque no ganó mucho -el dólar se cotizaba en 3.50 pesos- edificó su casa en la que ahora viven con su familia en Pueblo de la Cruz. “Gracias a Dios del durazno todos mis hijos son profesionistas”.

El pionero fruticultor refirió que después de conocer los cultivos en Querétaro, Michoacán y Chihuahua, puso en operación la mayor plantación que un productor ha tenido en Huamantla. Y no sólo eso, compartió los injertos -obtenidos de la parcela de validación de Concepción Hidalgo- a 20 mujeres de San José Teacalco.

Expresó que en el verano de 1995 a su regreso a Huamantla, tenían un enfermo en casa, pero no había dinero para llevarlo al hospital de la Ciudad de México. “Mi padre (José Romero) trabajaba varios árboles de durazno, estaban cargados, pero no había ventas, por lo que decidí venderlos en el mercado, alcanzó para atender la salud de nuestro familiar… ahí me di cuenta del gran potencial que tiene esta fruta y que en cada temporal es la que más se consume”.

El rey del injerto

Miguel Romero, hijo de Pedro afirmó que el hombre que cambió la mentalidad a los productores en Tlaxcala que sembraban maíz se llama Salvador Pérez González.

Dijo que a este genetista se le deben las nuevas variedades del fruto investigado en centros de validación de Tlaxcala y de la Universidad Autónoma de Querétaro.

“A don Chava Pérez se le conoce como el rey del injerto de durazno, manzano, chabacano, en huertas San Pedro tenemos nuevos materiales que nos dio y que se han adaptado al frío y a la altitud”, subrayó.

Manifestó qué lograr árboles de 40 a 60 kilogramos de producción tiene que ver con el uso de colmenas durante todo el año.

“Tener de cerca a las abejas, incrementa la polinización en huertas orgánicas, aquí tienen un valor inestimable en la protección de la Malinche afectada por plagas como el descortezador y muérdago”, puntualizó.

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De mayo a septiembre

En la huerta San Pedro donde cosechan unas 40 toneladas de fruta anuales se generan 10 empleos temporales.

A nivel estatal existen mil 200 hectáreas de este fruto en 20 municipios destinadas a esta actividad, donde unas mil 500 personas trabajan en empleo temporal durante cinco meses, el corte inicia en mayo y concluye en septiembre.

Para saber

Por su aporte en magnesio este fruto ayuda a prevenir la hipertensión, problemas cardiovasculares y diabetes. Además, el hierro que contiene con vitamina C, previene anemia ferropénica, ayuda a mantener sano el cabello, uñas y la piel.

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