Tu plato favorito podría estar arruinando el planeta, sí, ese jugoso filete o esa cremosa lasaña podrían ser tan dañinos para la Tierra como un tanque de gasolina. Resulta que lo que comemos no solo influye en la salud, sino también en el medio ambiente de maneras que no podrías imaginar. Aquí te contamos cómo y por qué ciertos alimentos están en la lista negra de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
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El cambio climático es una amenaza inminente, y aunque se suele culpar a los autos y las fábricas, la comida que ingieres también juega un papel importante. Según la ONU, más de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre están vinculadas con los alimentos. Desde la producción hasta el desecho, cada etapa en la vida de un ingrediente genera emisiones que atrapan el calor y contribuyen al calentamiento global.
Proteínas animales figuran con más huella de carbono
En lo más alto de la lista de los más contaminantes están las carnes rojas, como la carne de res y cordero. Su producción requiere grandes extensiones de tierra, que a menudo se obtienen a costa de la deforestación. Además, el ganado emite metano, un gas de efecto invernadero extremadamente potente, durante su proceso digestivo. Para colmo, los fertilizantes utilizados en los cultivos para alimentar a este ganado liberan óxido nitroso, otro gas devastador para la atmósfera.
Los culpables silenciosos son los productos lácteos, como la leche, el queso y la mantequilla, que también tienen una huella de carbono significativa. Tienen muchos de los mismos problemas que la carne: deforestación, emisión de metano por parte del ganado y uso intensivo de fertilizantes. Además, la refrigeración necesaria para conservarlos contribuye aún más a su impacto ambiental.
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El mar se ve afectado por la sobreexplotación
En el mar, los crustáceos de piscifactoría, como los camarones y las langostas, pueden parecer una opción más sostenible que la carne, pero su producción tiene un impacto alarmante. Muchas piscifactorías están ubicadas en zonas costeras donde antes había manglares, ecosistemas que absorbían grandes cantidades de carbono.
Por otro lado, los alimentos de origen vegetal como frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y nueces suelen ser menos intensivos en términos de emisiones. Usan menos energía, agua y tierra, lo que se traduce en una menor huella de carbono. Optar por una dieta a base de vegetales no solo es beneficioso para la salud, sino también para el planeta.
¿Qué hacer para apoyar al planeta?
Una de las formas más efectivas de reducir las emisiones es minimizar los desechos alimentarios. Cerca del 17 % de los alimentos disponibles en todo el mundo acaba en la basura cada año, lo que representa más del 8 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Al comprar solo lo necesario y aprovechar al máximo lo que tenemos, podemos reducir significativamente nuestra huella de carbono.
La ciencia también ofrece soluciones prometedoras. Los sustitutos de la carne y los productos lácteos de origen vegetal, así como las proteínas de insectos y la carne cultivada en laboratorio, están ganando popularidad. Estos podrían reducir significativamente las emisiones relacionadas con la producción de alimentos, proporcionando opciones más sostenibles sin sacrificar la calidad nutricional.
Si bien la carne, los lácteos y ciertos mariscos son esenciales en muchas dietas, es fundamental considerar el impacto ambiental de nuestras elecciones alimentarias. Cambiar a una dieta más basada en plantas, reducir los desechos y optar por alternativas sostenibles son pasos que podemos dar para cuidar el planeta.