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Foto. Wikimedia Commons

México tira toneladas de comida mientras un sector de su población sufre de hambre

El desperdicio de alimento es un problema ético, económico o ambiental

Una escena común, abrir tu refrigerador y tirar un aguacate porque tiene una mancha, una manzana porque está feíta o medio bolillo porque ya está un poco duro. Ahora multiplica ese gesto por 126 millones de personas. Ahora multiplícalo por 365 días. ¿Lo visualizas? Así, sin tanto drama pero con mucha negligencia, México desperdicia al año más de 24 millones de toneladas de alimentos. Sí, leíste bien, veinticuatro millones de toneladas, mientras tanto, 29 millones de mexicanos no tienen qué comer tres veces al día.

Pero este no es un cuento del Apocalipsis, algo dramático para hacerte sentir culpable por no acabarte tu arroz. Este es un retrato de cómo un país con hambre tira comida, cómo el caos logístico, la estética de los alimentos, el desorden legal y hasta la falta de apps generan un problema que ya no se puede ignorar, cada minuto se tiran 42 mil kilos de comida que podrían alimentar a quienes más lo necesitan.

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Foto. Luis Barrera | La Prensa

México: el buffet del desperdicio

Según el más reciente Informe sobre el Índice de Desperdicio de Alimentos 2024 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, México es el segundo país de América Latina que más comida tira por persona, solo detrás de República Dominicana. Cada mexicano desperdicia en promedio 200 kilos de comida al año. El total nacional: más de 24 millones de toneladas de alimentos, el 35% de todo lo que se produce. Y sí, esos números marean. Pero lo verdaderamente grave es lo que implican.

Solo en la Ciudad de México, se tiran entre 13 mil y 14 mil toneladas de comida cada 24 horas. Mientras tanto, en esa misma urbe, un 15% de la población (1.3 millones de personas) vive en inseguridad alimentaria. Es decir, no tiene garantizadas ni dos comidas al día.

Y eso no es todo. De acuerdo con el Banco Mundial y Coneval, 23 mexicanos mueren diariamente por desnutrición o falta de alimento. Son 8,500 al año. En el país del taco, de la milpa y la Central de Abasto, hay gente que muere de hambre.

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Foto. Sergio Vázquez. | La Prensa

La catedral del derroche en medio del hambre

La Central de Abasto de CDMX —ese monstruo laberíntico que alimenta al país— es también el epicentro del desperdicio. Ahí se tiran 561 toneladas de comida cada día, muchas veces por razones tan absurdas como que una fruta “no se ve bonita” o porque el comprador ya no llegó. La nutrióloga y académica de la Ibero, Ana Bertha Pérez Lizaur, señala que hasta un 40% de los alimentos que llegan a la Central terminan en la basura.

Pero no toda esta historia es una tragedia. También hay héroes silenciosos: los bancos de alimentos. En CDMX hay cinco, siendo el más grande Alimento Para Todos, que rescata al menos 2 toneladas diarias. A nivel nacional existen 65 bancos que recogen alimentos de supermercados, restaurantes, hoteles e industrias para entregarlos, en canastas nutritivas, a los más necesitados. Ellos son los que convierten el desperdicio en sustento.

Ahora sí, vamos a los números que duelen. Si se aprovechasen las 24 millones de toneladas de alimentos desperdiciadas cada año en México, se podría alimentar a 48 millones de personas, según la FAO. Es decir, casi 40% de la población total del país. Pero no hablamos solo de darles sobras: hablamos de comidas completas, balanceadas y en condiciones dignas. Un México sin hambre no solo es posible, ya está servido en la mesa… solo falta dejar de tirarlo a la basura.

Por si fuera poco, el desperdicio de comida no solo es inmoral, también es carísimo. Cada año, este fenómeno le cuesta al país más de 100 mil millones de pesos. No solo en pesos contantes y sonantes, también genera un desastre ambiental. Cuando los alimentos se descomponen en los vertederos, emiten metano, un gas con 25 veces más poder de calentamiento que el dióxido de carbono. Sí, tirar comida también calienta el planeta.

Foto. Wikimedia Commons.

Startups al rescate

Pero no todo está perdido. En los últimos años han surgido iniciativas tecnológicas que están peleando contra el desperdicio desde las pantallas. Las apps Cheaf (mexicana) y Kigüi (argentina con presencia en México), han rescatado millones de kilos de alimentos que iban rumbo al basurero.

Cheaf, por ejemplo, permite que usuarios compren comida próxima a caducar o con detalles estéticos a precios 65% más baratos. Hoy tienen 3 millones de usuarios y han rescatado 6 millones de kilos de alimentos en México, Chile y Argentina. Kigüi hace algo similar, ofreciendo descuentos de hasta 70% en productos que, aunque siguen siendo seguros y comestibles, ya no pueden venderse al precio habitual.Estas plataformas están revolucionando la forma en la que consumimos, cambiando la mentalidad empresarial y salvando comida (y dinero) al mismo tiempo.

¿Qué falta por hacer?

Aunque los bancos de alimentos y las startups están haciendo lo suyo, la raíz del problema está en la falta de políticas públicas eficientes. La legisladora Silvia Sánchez Barrios propuso una reforma al Artículo 35 de la Ley Orgánica de las Alcaldías para que cada demarcación tenga la obligación legal de crear bancos de alimentos, en coordinación con mercados, tiendas y supermercados.

La Ley de Economía Circular recientemente aprobada en la CDMX también empuja a “revalorizar” los productos antes de tirarlos. Porque una naranja manchada sigue siendo una naranja. Un pan del día anterior puede alimentar igual que uno recién horneado. Sí, falta muchísimo, pero el camino está claro: evitar que los alimentos terminen en la basura cuando millones podrían comerlos. La comida no es basura. La comida es un derecho.

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