Hay quienes coleccionan perfumes, y hay quienes coleccionan libros por su aroma. Sí, ese olor embriagante que emana de las páginas de un tomo viejo, ese perfume que te transporta directo a un biblioteca, al rincón polvoriento de una librería de segunda mano o a las entrañas aromáticas de una novela olvidada. Pero, ¿alguna vez te preguntaste por qué un libro huele como a vainilla? ¿Acaso algún duende editorial rocía cada página con esencia de pastel?
El inconfundible aroma de los libros, tanto nuevos como antiguos, proviene de una sinfonía compleja de compuestos químicos conocidos como Compuestos Orgánicos Volátiles (VOCs, por sus siglas en inglés). Estos compuestos se evaporan fácilmente a temperatura ambiente y son los responsables de activar nuestras narices cada vez que pasamos las páginas de un libro.
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Según explican los investigadores Cecilia Bembibre y Matija Strlic en su artículo Smell of Heritage, estos olores son más que un simple deleite sensorial, forman parte de nuestro patrimonio cultural olfativo. Así como una pintura revela secretos a simple vista, un libro también habla a través de su aroma; nos cuenta su edad, sus materiales, y hasta cómo ha sido almacenado.


El laboratorio nasal
Los científicos han desarrollado una herramienta llamada Historic Book Odour Wheel que clasifica los aromas asociados con libros viejos. ¿Notas de chocolate? ¿Toques de café? ¿Ese guiño a la vainilla? Todos provienen de la degradación de los materiales con los que fue fabricado el libro.
Por ejemplo, uno de los principales responsables del aroma vainillesco es la lignina, un polímero natural presente en la celulosa del papel. Cuando la lignina se descompone con el paso del tiempo, libera una sustancia llamada vanilina, que —sí, lo adivinaste— tiene un aroma muy similar al de la vainilla. Este es el mismo compuesto que se encuentra en la vaina de vainilla y en muchos productos horneados.
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La orquesta de olores
La vainilla es solo la punta del iceberg olfativo. El deterioro del papel también libera otros VOCs, como:
Benzaldehído, con olor a almendras.
Tolueno y etilbenceno, con matices dulces.
2-etilhexanol, que aporta un toque floral ligero.
Ácido acético y furfural, que suman notas terrosas y a pan tostado.
Cada uno de estos compuestos es una nota en la sinfonía aromática de un libro antiguo. Como un buen vino, el olor de un libro envejece, se transforma, gana carácter.
En lo que respecta a los ejemplares recién salidos del horno editorial tampoco se salvan de esta química. Su aroma proviene de los adhesivos sintéticos, como el acetato de vinilo-etileno, de la tinta y de los químicos usados para tratar el papel (como el peróxido de hidrógeno para blanquearlo o los diméricos de alquil ceteno, que ayudan a repeler la humedad). El resultado es un olor más industrial, fresco, incluso un poco “plástico”, pero igual de reconocible.


El factor emocional: nariz, memoria y nostalgia
Aquí entra en juego el cerebro. Según el “efecto Proust”, un fenómeno ampliamente estudiado en neurociencia, los olores tienen un vínculo poderoso con la memoria emocional. Así como una magdalena puede devolvernos a la infancia, el olor de un libro viejo puede disparar una avalancha de recuerdos como tardes lluviosas de lectura, el primer día en la universidad, una biblioteca en silencio absoluto…
Por otro lado, la conservadora Hillary Morgan, de University Libraries, da algunos tips caseros para quienes quieran deshacerse de un olor desagradable (por humedad o moho). Recomienda colocar el libro dentro de un recipiente hermético junto a materiales absorbentes como bicarbonato de sodio, carbón activado o arena para gato, cuidando que el libro no toque directamente estos elementos. En unos días, el mal olor puede reducirse notablemente.
Aunque, no todos los libros huelen bien, y no todos huelen igual. El entorno donde se almacenan, el tipo de papel, los años que han pasado por sus hojas… todo influye. Pero en cada uno hay una historia aromática que contar. Como diría un sommelier de bibliotecas, hay libros con cuerpo, con notas altas y bajas, y con un final persistente a nostalgia.