Claudia Sheinbaum, la presidenta de México que heredó la mañanera como quien hereda el molcajete de la abuela, presentó con bombo y platillo su más reciente iniciativa para edulcorar la economía social: el Chocolate del Bienestar. Sí, el nombre ya suena a un antojo que te da justo cuando prometiste dejar el azúcar.
Pero entre memes, críticas y defensas apasionadas, surge una pregunta seria entre todo este cacao político: ¿es bueno o no es bueno para el consumo? ¿Es solo propaganda envuelta en papel aluminio o realmente una apuesta ética por el campo mexicano y una alimentación más justa?
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¿Qué es el Chocolate del Bienestar?
Es parte de la estrategia de desarrollo sustentable de la actual administración. Elaborado principalmente con cacao mexicano —de regiones como Chiapas, Oaxaca y Tabasco—, este producto busca reactivar el campo cacaotero y ofrecer una alternativa accesible a las marcas comerciales, todo distribuido a través de las Tiendas del Bienestar. Se ofrecerá en tres presentaciones: chocolate de mesa, en barra tipo golosina y en polvo para bebidas.
El objetivo, según Sheinbaum, es claro: ofrecer alimentos básicos, nutritivos y con precios justos, sobre todo a las poblaciones vulnerables.
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¿Y los sellos negros?
El chocolate llegó al mercado con tres advertencias de la Secretaría de Salud: exceso de calorías, azúcares y grasas saturadas. Y claro, internet no perdona. La presidenta respondió rápido: “Es bajo el contenido. Se le tiene que poner (los sellos) porque así está la norma, pero comparado con los chocolates comerciales, es muchísimo menos lo que tiene”, dijo en la mañanera. En otras palabras, la ley obliga a poner los sellos aunque el producto tenga menos azúcar que otros chocolates.
Aquí es donde entra la discusión técnica: ¿cuánta azúcar es “poca”? ¿Qué tan saludable es realmente este chocolate? No hay aún una tabla nutrimental pública oficial, pero lo que sí se sabe es que no tiene saborizantes ni colorantes artificiales y su base es cacao de alto porcentaje.
¿Cacao para el pueblo o marketing bienintencionado?
El enfoque del Chocolate del Bienestar tiene un guiño al movimiento internacional del chocolate artesanal o “del grano a la barra”, como lo explicó The New York Times en un análisis sobre el auge de los microproductores. En contraste con las grandes marcas industriales, estos pequeños fabricantes eligen cuidadosamente sus granos, se involucran directamente con los productores y priorizan la calidad sobre la cantidad.
En ese sentido, el Chocolate del Bienestar se acerca más al chocolate ético que al ultra procesado. Al menos, en teoría. Pero hay una diferencia clave: mientras los fabricantes artesanales buscan transparencia radical sobre el origen de su cacao (terruño, genética, proceso de fermentación), en el caso mexicano aún no se ha detallado si el proyecto incluye prácticas de comercio justo, pagos directos a productores o certificaciones ecológicas. Es decir, la intención es buena, pero la ejecución aún tiene zonas opacas.


¿Qué hay del impacto ambiental y ético?
Uno de los grandes problemas de la industria chocolatera global es el uso de trabajo infantil y la deforestación. Según Mighty Earth, muchas promesas de sostenibilidad no se han cumplido. Por eso, los fabricantes éticos han apostado por etiquetas como Fair Trade o Rainforest Alliance, aunque, como señala The New York Times, algunas marcas van más allá publicando informes transparentes sobre sus compras y precios.
¿El Chocolate del Bienestar hace esto? Todavía no. Pero si se toma en serio su misión social, debería empezar por ahí, al garantizar que su cacao no solo sea local, sino justo, sustentable y libre de explotación.
¿Y nutricionalmente?
Aquí es donde muchos esperaban una revelación milagrosa. Un chocolate “del bienestar” que supere a las marcas comerciales en nutrición sin dejar de ser rico. Sin embargo, el hecho de que tenga azúcar y grasa (como casi todo chocolate) lo deja en una zona gris.
Aunque Sheinbaum asegura que tiene menos azúcar que otros productos similares, los tres sellos oficiales no ayudan a vender esa imagen. Claro, como explicó ella misma, los sellos se aplican por protocolo, no por proporción relativa. Pero el estándar es el estándar. Entonces, ¿es sano? Como todo chocolate, con moderación, parte de una dieta balanceada, puede ser perfectamente aceptable. Pero no se vale venderlo como un “alimento saludable” sin más evidencia.