El chile piquín puede ser diminuto pero es un poderoso condimento, rockstar del mundo de los chiles. Pequeño en tamaño, pero enorme en sabor y picante, famoso por ser del que pica y del que no. Conoce su historia, desde sus orígenes silvestres hasta su estatus de superestrella en los antojitos mexicanos.
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Dio sabor a Mesoamérica
El chile piquín es una de las primeras plantas domesticadas en el Nuevo Mundo, con vestigios arqueológicos que datan de hace 9000 años en Tehuacán, Puebla, y Ocampo, Tamaulipas. Estos pequeños frutos han sido esenciales en la dieta de las comunidades indígenas de México y América Central, quienes los utilizaban no solo por su sabor picante, sino también por su capacidad para estimular el paladar y encubrir sabores menos agradables.
Más allá de su potencia picante, el chile piquín es un superalimento en toda regla. Este pequeño gigante contiene más vitamina C que cualquier otro vegetal: en fresco, tiene más del doble de vitamina C que el limón y la naranja, y casi seis veces más que la toronja. Seco, es una fuente rica de vitamina A, superando incluso a las zanahorias. Además, el chile piquín contiene vitaminas E y B, y minerales esenciales que hacen de este condimento una adición nutritiva a cualquier comida.
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De la naturaleza a la cocina
El chile piquín es una planta silvestre que crece en ecosistemas diversos, desde las zonas áridas del norte de México hasta las selvas tropicales del sur. Su recolección es una actividad común en muchas comunidades indígenas, quienes dependen de la venta de estos chiles para generar ingresos económicos. En Sonora, existen incluso áreas de cultivo dedicadas a este apreciado fruto, mostrando su importancia no solo cultural sino también económica.
Se utiliza principalmente en la elaboración de salsas, pero su versatilidad va mucho más allá. Seco y molido, es el condimento perfecto para espolvorear sobre frutas frescas, dándoles un toque picante irresistible. En la cocina mexicana, este chile es un componente clave de la tríada alimenticia junto al maíz y el frijol, formando un complejo nutricional equilibrado que ha sostenido a generaciones.
A lo largo de la historia, el chile piquín ha sido un símbolo de resistencia y adaptación. Su capacidad para prosperar en diversos ambientes y su popularidad constante en la cocina mexicana son testamentos de su importancia cultural y gastronómica. Su legado está marcado en los antiguos códices que lo mencionan como tributo y las modernas recetas que lo utilizan, se trata de un ingrediente esencial y querido en la cocina de México.
Raíces profundas en la tierra potosina
El chile piquín tiene su hogar en las áridas pero fértiles tierras del municipio de Cerritos, en San Luis Potosí. Aquí, familias enteras dedican su tiempo y esfuerzo a la siembra y recolección de este chile tan característico. “Es muy común que las familias se dediquen a la siembra del chile piquín”, nos cuenta doña Azucena Delgado Mata, una de las productoras locales que ha mantenido viva esta tradición en su traspatio.
Lo curioso es que en esta región no solo se cultiva de manera intencional, también se le encuentra creciendo de forma silvestre, especialmente en áreas donde abunda el mezquite, un árbol que parece ser su compañero natural. Esto convierte al piquín en un verdadero regalo de la naturaleza, que a menudo se cosecha directamente del monte, sin intervención humana.
Las familias no utilizan fertilizantes ni pesticidas sintéticos, confiando en los nutrientes naturales de la tierra para nutrir las plantas. Este enfoque no solo respeta el medio ambiente, sino que también asegura un sabor auténtico y potente en cada pequeño fruto. La recolección del piquín es un proceso laborioso que se realiza entre septiembre y diciembre, aunque, como cuenta Azucena, se puede encontrar durante todo el año gracias a su crecimiento silvestre. “La presencia de lluvia en las semanas pasadas ayudó mucho a la cosecha”, menciona, destacando la importancia del clima en la producción de este chile.