En Irapuato, el pan se ha vuelto una auténtica celebridad gracias a un fenómeno curioso y poco convencional, los Bolillotes. Es muy común salir a la calle y ver a la gente portando bolillos gigantes que parecen salidos de una caricatura; así es la nueva moda panadera que ha sorprendido a locales y visitantes por igual.
La historia detrás de estos panes del trigo es tan inesperada como divertida. Juan Manuel Reyes Méndez, un veterano de la panadería con 30 años de trayectoria, relata que la idea surgió casi por accidente. Un día, al quedar masa de más, sus trabajadores decidieron darle un giro creativo y moldearon unos bolillos de dimensiones insólitas para llevárselos a casa. Este inusual experimento llamó la atención desde el primer instante, y pronto se desató la fiebre de los pedidos, pues un solo Bolillote es suficiente para dejar satisfecho a cualquiera.


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Por qué son tan grandes
Pero no te dejes engañar por su apariencia monumental: detrás de cada Bolillote se esconde un proceso meticuloso y exigente. “No es tan fácil hacerlos; se necesita el tiempo adecuado, el manejo correcto de la temperatura del horno y la atención al peso de la masa. Si se dejan demasiado tiempo, pueden desinflarse y ya no salen bien”, explica con precisión el maestro panadero. Este compromiso con la calidad y la técnica demuestra que, aunque el tamaño es impresionante, la dedicación y el conocimiento artesanal son los verdaderos ingredientes de su éxito.
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Esta tradición, que se ha forjado a lo largo de generaciones, tiene raíces profundas en la familia de Reyes Méndez, remontándose a los años 50, cuando su abuelo se dedicaba a construir tabiques y, de manera indirecta, se encendió la chispa del oficio. Sin embargo, la actualidad parece alejarse de lo artesanal, Juan Manuel lamenta que las nuevas generaciones no se animen a continuar con este laborioso arte, a pesar de los avances tecnológicos que han suavizado parte del esfuerzo manual.
Cómo mantener viva la tradición
Lejos de quedarse en el ámbito local, el fenómeno de los Bolillotes ha cruzado fronteras, llegando a conquistar mercados en Laredo, Texas y California. En ciudades tan competitivas como Guadalajara, donde la panadería tiene otros matices, estos bolillos gigantes se han ganado un lugar especial por su originalidad, ofreciendo una oportunidad única de expansión en el universo culinario.