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Comer en familia viene desde la Edad de Piedra, según especialista

Descubre más sobre el comportamiento humano en torno a la alimentación y su impacto cultural

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Es común ver que familias o amigos ofrecen comida cuando se obtiene un logro, un resultado favorable o incluso para conmemorar alguna fecha en especial, pero ¿es buena idea aceptar o rechazar esa comida como incentivo?

Esta es una serie para encontrar la respuesta a esa pregunta y Aderezo OEM hizo una consulta a varios especialistas de diversas ramas para analizar esta actividad que, pese a parecer común, encubre una gama de complejidad y puntos de vista.

En esta primera entrega, se buscó la orientación del doctor Luis Alberto Vargas*, quien dio un breve esbozo de la historia de cómo han cambiado las dinámicas de compartir la comida, así como su función como premio.

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Origen primitivo

Para iniciar es esencial conocer la historia de las costumbres humanas con respecto a la cultura de la alimentación, por lo que el doctor Vargas, dio un esbozo al respecto.

“En las culturas del mundo es frecuente que la comida se utilice como regalo, castigo, incentivo o premio, pero la manera en que esto se hace puede ser muy diferente”.

Comentó que antes de tener una noción de civilización, existe un ámbito orgánico, “lo primero es que la comida se inventó para ser compartida, por ejemplo, la primera forma en que todos la recibimos normalmente es la leche materna, ya que de alguna forma, es un obsequio, es una manera que nuestra especie tiene para sobrevivir y es un regalo de la madre para el niño que asegura su bienestar, crecimiento o salud”.

Además menciona que “no hay ningún otro animal que cocine y durante mucho tiempo lo que comíamos no era cocinado, era simplemente recolectado o cazado y entonces, claro, lo que conseguía un grupo humano en algunos casos se distribuía o repartía entre otros, por ejemplo, a la propia familia o incluso se intercambiaba con grupos cercanos, fueran o no familiares”.

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La historia y progreso de técnicas dan cuenta de ello, Vargas expresa que “en el Neolítico, la actividad humana, en su evolución alimentaria, se observan excedentes de comida y tomando el ejemplo mexicano, el que sembraba una milpa rara vez sólo producía para su subsistencia, le alcanzaba para compartir con otros; esto determina el surgimiento de la agricultura, también como otro caso, el desarrollo de la ganadería o de la pesca intensiva”. 

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“Estas actividades hacen que los humanos tengamos comida de sobra y la comenzamos a intercambiar a cortas o largas distancias, por ejemplo, un caso muy claro, es el del cacao que solamente se cultivaba en ciertas regiones del país, fundamentalmente en regiones como el Soconusco (en Veracruz), en Tabasco o en Colima y este era transportado a grandes distancias para ser llevado a ciertos lugares”.

Economía culinaria

Esto implicaba que los recursos naturales se volvieran caros o valiosos, no en el sentido monetario, pero sí en el económico o de transporte, por ello también adquiría ese papel de obsequio. 

Otro ejemplo notable se registró en Europa, en especial en la antigua Roma, donde implementaron el pago a los militares con la sal; esta costumbre se mantuvo hasta evolucionar a la palabra salario, con el fin de conservar ciertos alimentos a lo largo del tiempo.

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El doctor Vargas precisó que, aún en la actualidad, “en nuestro país existen muchas costumbres, ya sea por cada región o en general, incluso desde el hogar, donde incluso dijo que la comida se reparte de diferentes maneras, no homogéneas”. 

Jerarquías

Tomó el ejemplo la repartición de un platillo típico como lo es un mole de guajolote, donde cada pieza tiene una importancia en particular al momento de repartirse, “cada quien le toca el mismo pedazo, es decir, la pechuga es la pieza del guajolote más distinguida, digamos que se considera de mayor calidad y la que se le da a las personas principales. Luego están los muslos del pollo, luego las otras partes y la más menospreciada que, si a caso, se daría al final es la rabadilla”.

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Así mismo, comentó que es una costumbre muy común el compartir la comida con otras familias, curiosamente nombrado como itacate, para dar nombreal excedente de los platillos que los familiares se llevaban.

Otra actividad que se presenta como forma de compartir son las festividades locales, cuenta que “aquí en México algo que es muy común, es que durante las fiestas del pueblo, en lo que se llaman las mayordomías, las familias preparen comida suficiente para todo el que llegue y esta comida es distribuida todos de manera gratuita y lo que es muy interesante en estas fiestas es que además la comida tiene que ser suficiente y tiene que ser homogénea, solamente para algunas personas en especial se hacen platillos un poco diferentes o se le sirve digamos lo más selecto”.

Tradición y sociedad

Por otro lado, la noción de los valores universales se podían percibir cuando un extranjero llega a un lugar diferente. “La invitación a comer es es algo que distingue, que hace que el ser invitado a comer sea una ocasión, por ejemplo festiva, pero en otras no, en otras (esto ocurría mucho en el México del siglo XVIII o XIX)  la invitación a cualquier viajero que se perdía y llegaba a un jacal, por perdido que estuviera, una familia tenía una obligación de darle de comer. Por ejemplo, en las memorias de Alejandro de Humboldt, éste relata que él llegaba a comunidades aisladas y se acercaba a las casas, por lo que la gente del lugar buscaba algo para darle de comer, lo que ellos mismos tenían”. 

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Vargas explica que una invitación a comer para algunas culturas es algo que se podía tomar de diferentes formas, “por ejemplo, pensemos en el siglo XIX, en Gran Bretaña o en Francia, lo que se esperaba era recibir una invitación impresa escrita diciendo ‘la marquesa le invita a usted a tomar el té’, con una forma estricta de puntualidad en la fecha, la hora y el lugar”. En otros casos, por ejemplo en nuestro país, es “un signo de extrema confianza entre amigos es cuando uno le puede decir a alguien, te caigo a tu casa a comer, es decir, sin tener invitación, ‘si me siento tan parte de tu familia, me atrevo a ir a comer contigo‘”.

Vargas menciona rituales o costumbres como en determinado momento, en una comunidad rural se decide llevar a cabo una obra colectiva, “es decir, por ejemplo van a cambiar el techo de la escuela, fundamentalmente los hombres y se realiza de forma voluntaria, esto recibe en México el nombre de Tequio, refiriéndose a este trabajo colectivo, y en agradecimiento suelen preparar una comida para premiar o compensar esta labor que se sirve a quienes han trabajado, pero benefician a la comunidad”.

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Con esta situación, reflexiona que “la comida juega este papel muy importante de hacernos partícipes de una actividad social, de sentirnos apreciados, de sentirnos reconocidos y mostrar que formamos parte de un grupo que somos parte de un grupo”.

Pero así como se pueden generar ambientes de premio, también surgen connotaciones como el castigo, al respecto comenta que,  “al mismo tiempo que la comida puede funcionar como un incentivo puede funcionar como un castigo, como algo que excluya a la persona, por ejemplo, en la forma más común, cuando la mamá regaña y le dijera y ahora te vas a dormir sin cenar, ese es un sistema de un castigo. Ahora no tienes postre, te negamos algo, por ejemplo, una frase que era muy popular entre los alumnos de primaria, entre compañeros, en el pasado cuando no comían tanto producto y había una ofensa, lo común era decir: ‘ya no te doy de mi torta’, es decir, ya no comparto contigo lo que yo traigo. 

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Casos extremos hay, por ejemplo, en zonas más al norte de este continente, como los esquimales y los grupos que viven más allá del círculo ártico, “si cuando una persona ya estaba imposibilitada era muy vieja o ya no razonaba, se les ponían en una canoa y se le lanzaba al mar, es decir, literalmente para que naufragara se le negaba toda la comida como una especie de despedida, esto no se hacía necesariamente en plan de castigar, pero sí se entendía que se daba por concluida la existencia de alguien que su vida pesaba sobre la comunidad, de tal manera que esto ocurre con frecuencia en otras culturas”.

Lugares para compartir

Sobre visitar lugares como los restaurantes, Vargas cuenta que no existían, sino hasta después del siglo XVIII, “Lo que había antes, había mercados, hay datos que en tiempos Mesoamericanos, por ejemplo, de registros arqueológicos de que en Teotihuacán se comía en los mercados, que era una ocasión de ir solo o en grupo”.

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En cuanto a cómo se valora una comida, si viene de la elaboración propia o de una invitación a un lugar determinado, comentó que “invitarte a comer a la casa o preparar la comida por parte de las mujeres de la casa o la familia entera, y ahora también por los hombres. Por ejemplo, se tienen referencias de  preferencia masculina para preparar las carnes asadas en países como Estados Unidos de América o Argentina, también por ejemplo, en México había esta costumbre de que los hombres preparan la comida. En el norte de México, las discadas sonorenses son fundamentalmente labor masculina, esto implica trabajo, así como aplicar un gusto o una sazón, una manera de preparar, por lo que en el fondo para alguien invitado es más halagador recibir algo que ha sido preparado expresamente para nosotros por la familia, porque implica trabajo y originalidad. La invitación a un restaurante llegó a partir del siglo XIX y nos afectó muy pronto, por lo que se volvió una forma de distinguir a los demás, ya que implica un gasto, una posibilidad de seleccionar, de escoger al gusto de cada quien, es una manera de halago, entonces es muy interesante esta distinción entre lo que se ofrecen preparado por la familia o lo que se consume en un restaurante”.

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Creencias y prejuicios

Pero cuando nos negamos, también ocurren circunstancias sociales, el doctor Vargas explica que para muchas culturas, “también es como una cuestión de ofensa, cuando alguien se niega a recibir este tipo de regalos, precisamente ya sea por una cuestión de creencia, salud, entre otros motivos, cada cultura tiene sus formas de asimilar esa negación“, pero sugiere que se exprese con anticipación o antes de ser invitado advertir sobre las limitantes. 

Incluso algunas muestras, como los eructos, comenta, “son consideradas de muy buen gusto en comunidades rurales, por ejemplo, yo recuerdo que no sabía que yo tenía esta intolerancia al maíz en esa época, y en alguna ocasión se me salió un eructo, pero de estos gigantescos y yo me sentí muy apenado, pero el gusto de quienes me habían invitado fue muy grande. ‘ay, doctor. -me dijeron- si conoce de la comida, le cayó muy bien, ¿no?’, entonces son situaciones que dependen de la cultura.

Nuevas costumbres

Para concluir el doctor Vargas ahondó en que “la costumbre de usar la comida como incentivo o pretexto para compartir ha sido utilizada en la mayor parte de las sociedades y continúa a la fecha, sólo que actualmente nuestra cultura que se ha vuelto mucho más mercantil y la ha adaptado para que, en el fondo, se pueda huir de estas costumbres pasadas, pero en e fondo siempre existirá la necesidad de buscar a la comida como una forma de relacionarse”.

* El doctor Luis Alberto Vargas es actual investigador titular C, con PRIDE D y quien ha sido miembro en el nivel III del Sistema Nacional de Investigadores, médico cirujano por la UNAM, antropólogo físico por la Escuela Nacional de Antropología e Historia y doctor en Biología por la Universidad de París

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