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¿A qué edad se les pueden dar dulces a los niños? El dilema de la crianza moderna

Cuando pueda disfrutarlos por lo que son —una excepción, no la norma— y no por lo que reemplazan

A ver, ¿quién no ha sido víctima de esa carita irresistible, ojitos brillosos y manitas estiradas diciendo: “¿Me das un dulce?” Como adultos, a veces nos traiciona el corazón y, otras, la pereza. Que si un chocolate para premiar el “pipí en el baño”, que si una galleta para evitar el berrinche en el súper. Parece inofensivo… hasta que no lo es.

Porque detrás de ese caramelo inocente hay un universo de etiquetas engañosas, decisiones alimentarias y consecuencias que podrían acompañar a tu criatura por el resto de su vida. ¿Entonces, cuándo sí y cuándo no? Aquí va la respuesta, sin envoltura ni azúcar añadida.

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Según la American Heart Association (AHA), los niños menores de dos años no deberían consumir absolutamente nada de azúcar añadida. Y no, esto no es parte de una cruzada puritana anti-diversión infantil, sino una medida basada en ciencia. La razón es sencilla y demoledora, el consumo temprano de azúcar se asocia con obesidad, hipertensión, diabetes tipo 2 y un montón de hábitos alimentarios difíciles de romper.

El doctor Edward Gaydos, pediatra consultado por Cleveland Clinic, lo resume así: “La alegría de comer debe venir del acto de alimentarse y del tiempo compartido, no de la recompensa azucarada.” Su colega, la doctora Svetlana Pomeranets, añade que incluso una sola bebida deportiva puede rebasar la cuota diaria recomendada para un niño.

Esa cuota no es alta, para personas entre 2 y 18 años, la AHA sugiere menos de 25 gramos de azúcar al día (aproximadamente seis cucharaditas) y menos de 240 ml de bebidas azucaradas… por semana.

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¿Y después de los dos años? Con cuidado y en ocasiones especiales

La nutricionista Charlotte Stirling-Reed, conocida como “The Baby & Child Nutritionist”, recomienda retrasar lo más posible el primer contacto con los dulces, idealmente hasta que el niño cumpla dos años. En sus propias palabras: “Los primeros mil días de vida son clave para formar hábitos y preferencias alimentarias.”

Después de esa edad, los dulces pueden formar parte de la vida del niño, pero deben ser ocasionales, conscientes y, sobre todo, en porciones razonables. No se trata de demonizar el pastel en un cumpleaños, sino de evitar que cada paseo al parque termine en un helado “porque sí”.

Los riesgos del azúcar en las infancias

Aunque muchos padres siguen creyendo que el azúcar vuelve a los niños hiperactivos, la ciencia ya tiró ese mito por la borda desde los años 90. Lo que sí es cierto es que el azúcar puede provocar:

-Obesidad infantil: 1 de cada 5 niños en EE.UU. vive con sobrepeso, una condición relacionada con problemas cardíacos, apnea del sueño y baja autoestima.

-Diabetes tipo 2: Una enfermedad antes exclusiva de adultos que ahora afecta a casi 50,000 niños.

-Pubertad temprana: En niñas, el exceso de azúcar puede adelantar el inicio de la menstruación.

-Problemas hepáticos: El jarabe de maíz de alta fructosa, común en refrescos y cereales, se almacena como grasa en el hígado, contribuyendo a enfermedades serias.

Y como explica el National Geographic, los efectos no desaparecen con la niñez, estudios longitudinales han demostrado que los adultos expuestos a altas dosis de azúcar en la infancia tienen mayor riesgo de hipertensión y diabetes, incluso décadas después.

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¿Cómo saber si tu hijo come demasiada azúcar?

Aunque no hay señales infalibles, algunos síntomas pueden darte pistas:

-Cambios de humor repentinos

-Fatiga o falta de energía

-Aumento de peso sin causa aparente

-Problemas dentales frecuentes

Aun así, la doctora Pomeranets recomienda no caer en el pánico, sino en la observación. “Muchos síntomas son multifactoriales y no siempre hay una línea directa entre azúcar y comportamiento. Pero vale la pena prestar atención”, dice.

Consejos para sobrevivir al azúcar

Vivir en una sociedad que celebra todo —desde cumpleaños hasta goles— con dulces es un reto para cualquier padre. Aquí van algunas estrategias para manejarlo sin perder la cabeza:

-Lee las etiquetas: 4 gramos de azúcar = 1 cucharadita. Aprende a detectar azúcares camuflados como “jarabe de maíz”, “fructosa” o “concentrado de jugo”.

-Ofrece alternativas: Frutas, dátiles, pasitas o palomitas caseras pueden saciar el antojo sin causar un tsunami glucémico.

-Crea rituales sin comida: Un sticker, una historia, un paseo pueden funcionar igual o mejor como premio.

-No uses los dulces como moneda de cambio emocional: Evitar que se conviertan en recompensa o castigo es clave para no crear asociaciones dañinas con la comida.

-Habla con la familia: Sí, incluso con la abuela que quiere “darle un gustito”. Puedes sugerir snacks como mandarinas, nueces o mix de frutos secos.

Sí, criar sin dulces puede sonar extremo, pero limitar el azúcar en los primeros años de vida no es una moda ni una exageración, es una inversión de salud a largo plazo. Como dice la doctora Gaydos, el verdadero placer de comer no está en la explosión de azúcar en la boca, sino en la conexión, el ritual y el cuidado que implica alimentar a quienes más amamos.

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