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Fotos. Wikimedia Commons & Canva

¿Adiós a la chela en el estadio? Proponen prohibir alcohol y comida chatarra rumbo al Mundial 2026

Por si la derrota de tu equipo no fuera suficiente, ahora también quieren quitarte la cerveza y las papas. ¿Revolución o salud pública en serio?

Estar en pleno estadio con la camiseta puesta, la garganta lista para gritar el gol y de pronto… nada de cerveza fría. Tampoco botanas crujientes, ni anuncios tentadores de refrescos burbujeantes en pantallas gigantes. Sólo tú, tu boleto y un agua natural a temperatura ambiente. 

Esta es exactamente la jugada que se está cocinando en el Congreso de la Ciudad de México, donde el diputado local Jesús Sesma, del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), presentó una propuesta legislativa que pretende cambiar la manera en la que se come, se bebe y… se entretiene.

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¿Qué propone exactamente?

La iniciativa busca modificar tres leyes clave, la Ley General de Salud, la Ley de Espectáculos Públicos y la Ley de Publicidad Exterior en la Ciudad de México. El objetivo es prohibir la publicidad, venta y consumo de bebidas alcohólicas, refrescos azucarados y alimentos ultraprocesados durante eventos deportivos y espectáculos públicos, tanto en los recintos como en un radio de 300 metros a la redonda.

Aunque puede parecer cuestión de marketing, se trata también de una señal para el consumo. Según el legislador, ver constantemente estas marcas asociadas al deporte y al entretenimiento normaliza e incentiva su consumo, especialmente entre niñas, niños y adolescentes. “Cuando asistimos a un evento deportivo o a un espectáculo, escuchamos una narrativa que asocia estas actividades con marcas de cerveza, refrescos, botanas…”, lamentó Sesma al presentar su propuesta.

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La salud por encima del evento

La propuesta tiene como principal argumento la protección de la infancia y la juventud ante la creciente epidemia de obesidad, diabetes y consumo de alcohol en México, y vaya que hay datos que respaldan la preocupación:

-México es el primer lugar en América Latina en consumo de refrescos, con un promedio de 163 litros por persona al año, según la UNAM.

-El 73% de quienes consumen alcohol en el país son adolescentes y jóvenes entre 12 y 24 años.

-La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 señala que uno de cada cinco adultos consume alcohol con regularidad, y el patrón más común es el consumo en exceso en periodos cortos.

¿Y qué pasa con el Mundial 2026?

Aquí es donde la propuesta cobra verdadero peso. México será, junto con Estados Unidos y Canadá, sede del Mundial de Fútbol 2026. Y si algo caracteriza a este tipo de eventos, además del deporte, es el consumo masivo de bebidas alcohólicas, snacks y refrescos patrocinadores. Basta con ver la historia: en el Mundial de Brasil 2014, la prohibición de vender alcohol en estadios se eliminó por presión de patrocinadores. Después, incluso se permitió a los aficionados llevar sus propias cervezas.

La iniciativa de Sesma llegaría justo en medio de los preparativos para uno de los eventos deportivos más importantes del planeta. De aprobarse, significaría que México recibiría la Copa Mundial con estadios libres de anuncios de cerveza, sin refrescos y sin papitas fritas.

En este contexto, la propuesta mexicana resulta ambiciosa, incluso provocadora. Pretende desafiar un modelo que ha convertido al entretenimiento en una extensión de la industria alimentaria. No es el único país que lo intenta. Desde 1990, España prohíbe la venta de alcohol en los estadios como medida para prevenir la violencia entre aficionados. Francia y Argentina tienen restricciones similares, aunque con matices. Inglaterra prohíbe el consumo de alcohol en las gradas, pero permite beber fuera de las tribunas. Brasil prohibió la venta en 2003, la flexibilizó para el Mundial de 2014 y volvió a permitirla con ciertas condiciones en años recientes.

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¿Es necesario prohibir?

El dilema, entonces, no es nuevo, ¿cómo equilibrar salud pública, derechos individuales y libertad comercial? ¿Es justo que el gobierno limite lo que puedes comprar en un evento privado? ¿O es necesario que intervenga cuando hay evidencia de que esos productos causan daño, sobre todo en los sectores más jóvenes?

Aquí es donde el debate se pone interesante. Porque no solo estamos hablando de salud, sino también de cultura popular. Para muchos, ir al estadio sin cerveza es como ir al cine sin palomitas. El espectáculo no sabe igual. Sin embargo, ¿es esa “experiencia” suficiente justificación para perpetuar un consumo dañino? ¿Estamos listos como sociedad para redefinir nuestros placeres?

La industria, por supuesto, no se quedará de brazos cruzados. Lo que está en juego no son solo sabores y costumbres, sino millones de pesos en ingresos por patrocinios, ventas y presencia de marca. Tampoco queda claro si la propuesta alcanzará las transmisiones televisivas o los anuncios digitales, que son otro terreno fértil para la publicidad de estos productos.

Reflexión colectiva

Mientras el Congreso analiza la iniciativa, el balón está en juego. No solo en términos legislativos, sino en el debate público. ¿Estamos ante una decisión paternalista que trata al ciudadano como menor de edad? ¿O ante un esfuerzo legítimo por sanear los entornos que consumimos —literal y simbólicamente?

Es momento de preguntarnos qué tipo de sociedad queremos construir y qué papel juegan el deporte, la música y el entretenimiento en esa construcción. ¿Queremos estadios más saludables o mantener la fiesta como hasta ahora?

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