Tulipanes, esas bellas flores que nos recuerdan los grandes plantíos de Países Bajos, que incluso generaron una gran especulación por su valor, también sirvieron para mitigar el hambre.
Según el Museo del Tulipán en Ámsterdam, en otoño de 1944, los Países Bajos estaban al borde del colapso humanitario. El freno a los trenes, la congelación de los canales y el cerco nazi dejaron a las ciudades occidentales sin acceso a alimentos. La ingesta diaria cayó a apenas 500 kilocalorías por persona.
La hambruna fue tal que se cobró entre 20 mil y 25 mil vidas, y dejó secuelas para generaciones enteras. Mujeres embarazadas, bebés, ancianos y jóvenes como una aprendiz de bailarina de 16 años sufrieron las consecuencias.






Ella, que más tarde sería mundialmente conocida, pesaba solo 40 kilos y padecía asma, anemia, ictericia y edema. Como relató en su adultez, su familia sobrevivió gracias a un inesperado recurso: los bulbos de tulipán.
Sopas de tulipán: Ingenio en tiempos de guerra
Con la floricultura en pausa, los bulbos de tulipán se acumularon sin plantar. El gobierno neerlandés decidió aprovechar ese excedente y venderlos en tiendas de comestibles. Además, publicaron recetas en revistas locales para orientar a la población.


Una sopa básica consistía en rallar los bulbos tras retirar el germen, cocinarlos con agua, grasa y, si se tenía suerte, una pizca de curry en polvo. Aunque los bulbos son ricos en almidón, no espesaban como la harina: su pulpa flotaba en la sopa en forma de copos.
Estas preparaciones se realizaban en la única hora de gas disponible al día. No eran manjares, pero sí una forma de supervivencia.
También puedes leer:
Una guía de flores comestibles que puedes incluir en tus platillos
Dónde comprar pasteles con tantas flores como en un jardín
Un bocado de primavera: Recetas con flores comestibles
Los peligros de comer bulbos de tulipán
No todo era esperanzador: los bulbos de tulipán contienen tulipalina A, una sustancia tóxica y alergénica presente también en el tallo, las hojas y los pétalos. Los efectos pueden ir desde una simple irritación hasta intoxicaciones severas.


En el ámbito agrícola, se conocen casos de dermatitis llamada “dedos de tulipán”, una condición que afecta a quienes manipulan bulbos de manera prolongada. Además, no todas las variedades de tulipanes son comestibles y muchas tienen un sabor amargo.
Comerlos crudos puede causar náuseas y dolor abdominal. A pesar de todo, con preparación adecuada y precaución, algunos bulbos se pueden consumir de forma segura.
Del hambre a la alta cocina
Hoy, los tulipanes han evolucionado de recurso de emergencia a ingrediente gourmet. Se pueden deshidratar y pulverizar para obtener harina, usar como base en sopas modernas, o decorar ensaladas y postres.
Las flores también son comestibles: se emplean sin pistilos ni estambres, enteras o picadas, en ensaladas o como ornamento en pasteles con pétalos azucarados.




La chef y herborista Margaret Roberts propuso hace más de dos décadas jarabe de tulipán y tulipanes rellenos con mayonesa de pollo.
El chef francés Alain Caron, radicado en Ámsterdam, ha llevado estos bulbos al terreno de la alta cocina: ostras con tulipán, ensalada de tomate confitado e hinojo con bulbos, entre otros platillos experimentales. También se han recopilado colecciones con decenas de recetas, como la de Johanna Huiberts-van den Berg.
La joven bailarina de la historia, por cierto, fue Audrey Hepburn. Con el tiempo se convirtió en una de las actrices más icónicas del siglo XX y embajadora de UNICEF. En 1990, la industria de bulbos neerlandesa le rindió homenaje con una variedad blanca que lleva su nombre: el tulipán Audrey Hepburn, símbolo de luz, resiliencia y solidaridad.
Cuando el hambre enseña a cocinar
La historia de los tulipanes comestibles es un recordatorio de la resiliencia humana y de cómo la gastronomía puede surgir incluso en las condiciones más adversas. Lo que fue una solución desesperada, hoy inspira a cocineros que buscan reconectar con ingredientes olvidados, con lo local, y con historias que merecen seguir contándose.




Comer bulbos de tulipán no es tan malo como parece, siempre y cuando sean frescos, no hayan sido tratados con pesticidas y se preparen adecuadamente. Lo importante es no olvidar: el hambre real lleva a comer todo lo que se pueda, incluso bulbos secos y amargos. Y de ahí, nace también una forma de memoria, y una nueva mirada hacia la cocina del futuro.
Si quieres actualizarte sobre las novedades gastronómicas, no olvides escuchar nuestro Podcast de Aderezo que ya se encuentra disponible: