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La comida que Hollywood nos prometió a través de sus películas

La comida como recurso narrativo ha demostrado que puede ser un símbolo importante en la pantalla grande

La línea entre la realidad y la ficción se desdibuja cuando hablamos de la influencia que el cine ha tenido en la forma en que se ve a la comida. A lo largo de las décadas, las películas no solo han servido como un reflejo de la cultura, sino que también han moldeado hábitos de consumo, introduciendo platillos que se han convertido en íconos, incluso se ha planteando la posibilidad de un futuro alimentario que, a veces, parece sacado de una pesadilla distópica.

El cine ha regalado visiones de un futuro que varían entre lo aterrador y lo fascinante, pero si algo queda claro, es que la comida siempre ha sido un protagonista silencioso en estas historias. En Back to the Future II (1989), la familia McFly  muestra un destello de esperanza, un 2015 imaginado donde los autos vuelan, los hoverboards son la norma y la pizza sigue ahí, en forma de un diminuto disco deshidratado que cobra vida gracias a un aparato futurista. Ese pequeño trozo de realidad reconforta, aunque la idea de esta receta de pizza suena más a una broma de ciencia ficción que a una cena gourmet, la película captura la esencia de la relación con la comida, la necesidad de conservar tradiciones incluso en medio de la innovación tecnológica.

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Comida futurista y apocalíptica

Pero no todas las visiones son tan optimistas. En WALL-E (2008), Pixar presenta un futuro desolador, donde la Tierra ha sido abandonada y los humanos viven en una nave espacial, alimentándose de hamburguesas y cupcakes en taza. La idea de que todos los alimentos podrían ser licuados en un solo formato líquido no solo resulta cómica, sino que también refleja una inquietud real sobre el futuro de la dieta. La metáfora es clara,la relación con la comida y la naturaleza está más entrelazada de lo que pensamos, y el futuro dependerá de la capacidad para reconectar con ambos.

Si hay una película que ha marcado un antes y un después en la percepción de lo que podría ser el futuro de la alimentación, es Soylent Green (1973). Ambientada en un 2022 devastado por el cambio climático y la sobrepoblación, la cinta nos muestra un mundo donde los recursos naturales son tan escasos que la humanidad sobrevive gracias a un alimento procesado. La gran revelación –¡alerta de spoiler!– el producto está hecho de personas. Fue un golpe en el estómago para la audiencia de la época, y sigue siendo un recordatorio sombrío de los extremos a los que podríamos llegar si no cuidamos al planeta. Aunque no hemos llegado a esos niveles de desesperación, la popularización de alimentos sintéticos y alternativas como las carnes cultivadas en laboratorio cuestiona hasta dónde se puede llegar para alimentar a la creciente población mundial.

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Los años ochenta fueron gran influencia

Sin embargo, no todo lo que el cine nos ha enseñado sobre la comida pertenece a futuros distópicos. A veces, una simple escena puede cambiar el rumbo de un producto. En ET: The Extra-Terrestrial (1982), un puñado de Reese’s Pieces fue suficiente para que las ventas de este dulce se dispararan, después de que Elliot los usara para atraer al entrañable alienígena. Este pequeño gesto del cine fue una lección poderosa para la industria del marketing, una escena bien colocada puede transformar un producto en un fenómeno cultural.

La influencia del cine también ha contribuido a popularizar platillos que alguna vez parecieron exóticos para el público occidental. En The Karate Kid (1984), las escenas en las que Daniel y el Sr. Miyagi comparten cenas tradicionales japonesas dieron a conocer el sushi a una audiencia masiva, ayudando a cimentar la fascinación por la cocina japonesa en Occidente. La comida se convirtió en un puente entre culturas, y la mesa de Miyagi fue una lección de que la autenticidad y el respeto por la tradición podían viajar más allá de las fronteras.

Tendencias francesas

De la misma manera, Marie Antoinette (2006), de Sofia Coppola, nos muestra una visión edulcorada de la vida en la corte francesa, donde la reina, interpretada por Kirsten Dunst, se rodea de pasteles y dulces de la famosa pastelería Ladurée. Las escenas, con su estética pastel y su opulencia, hicieron que el mundo se enamorara de la repostería francesa. De repente, el deseo de probar un macaron dejó de ser una experiencia reservada para los viajeros de lujo en París y se convirtió en una moda global.

Quizás una de las escenas más conmovedoras sobre la comida en el cine la encontramos en Ratatouille (2007). Cuando el crítico Anton Ego prueba el ratatouille preparado por el ratón Remy, la película captura la magia que la comida puede tener en un solo bocado, Ego se transporta a su infancia, a un momento de calidez y amor maternal. Esta escena es un recordatorio de que los platillos no solo se tratan de sabor, también de la conexión emocional que puede crear. Nos habla de la búsqueda incansable por esos bocados que nos devuelven a un tiempo más simple y nos recuerdan que, a pesar de todo, la cocina tiene el poder de reconfortarnos.

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Momentos icónicos

El cine nos ha mostrado que la comida, incluso la más extraña, puede ser el centro de experiencias humanas significativas. ¿Quién puede olvidar la grotesca cena de serpientes, cerebros de mono y ojos en Indiana Jones and the Temple of Doom (1984)? Aunque el menú parezca una pesadilla, la escena subraya la sensación de aventura y descubrimiento, empujando al público a cuestionar sus propios límites culinarios.

Por otro lado, La dama y el vagabundo (1955) nos regaló uno de los momentos más románticos de la historia del cine, dos perros compartiendo un plato de espaguetis en un callejón oscuro. Esta simple escena no solo nos enseñó que el amor puede encontrarse en los lugares más inesperados, hizo de un plato tan sencillo como la pasta a la categoría de icono cultural.

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40 años de Terminator

A medida que seguimos avanzando hacia el futuro, el cine continúa siendo un espejo de nuestras esperanzas y miedos, especialmente en lo que respecta a la comida. Películas como Terminator (1984), nos ha dejado muchas reflexiones sobre la inteligencia artificial y un posible futuro apocalíptico, pero también nos invita a imaginar cómo podría cambiar la alimentación en un mundo postapocalíptico. Con la constante amenaza de “Judgment Day”, los humanos sobrevivientes en esta visión de futuro se ven obligados a subsistir con lo que esté disponible en un planeta devastado, donde la agricultura tradicional es casi inexistente y la comida procesada, probablemente hecha en laboratorios, se convierte en la norma.

La escasez de recursos naturales nos hace pensar en un mundo donde la tecnología controla no solo la vida cotidiana, sino también la forma en que nos alimentamos. En este escenario, la comida deja de ser un placer y se convierte en un recurso escaso que, en la guerra contra las máquinas, puede ser tan valioso como cualquier arma. Mientras nos enfrentamos a la posibilidad de un futuro controlado por algoritmos, la simple idea de una comida casera, como un plato de pasta o una pizza, se transforma en un lujo que evoca una vida más humana y menos dominada por la frialdad de las máquinas.

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