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Foto: Francisco Charqueño

Café Gran Premio: Una cafetería antigua que era isla creativa y refugio de Cristina Pacheco

Esta cafetería entrañable de la San Rafa es heredera de un lugar que huele a historia y a café recién hecho

En el corazón de la colonia San Rafael, donde las calles aún guardan el eco de teatros legendarios y sindicatos emblemáticos, sobrevive una de las cafeterías más entrañables de la Ciudad de México: el Café Gran Premio. Elvira Gisbert y su hija Gina García recibieron a Aderezo para contarnos más sobre el lugar.

Fundado a finales de los años 70 por Elvira Gisbert y su esposo Francisco Gutiérrez, este pequeño espacio ha resistido los embates del tiempo, los cambios de generación y hasta la pandemia, todo mientras preserva el espíritu de las cafeterías tradicionales.

Cesar González, Gina García y Elvira Gisbert | Foto: Francisco Charqueño

La historia comenzó cuando Elvira y Francisco se vieron obligados a cambiar de local. El primero, ubicado a media calle del actual, cerró por un conflicto con el arrendador. La mudanza fue complicada: el nuevo espacio era antes un restaurante vacío, y ellos comenzaron desde cero. “Fue mucho trabajo levantarlo, porque la fama y los clientes estaban en el otro local, pero lo hicimos hombro con hombro”, recuerda Elvira.

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Tras mudarse a la calle, en ese entonces conocida como San Diego, la clientela cambió, pero el espíritu se mantuvo: trabajadores del sindicato de electricistas, actores, vecinos, miembros de la masonería cercana y paseantes se volvieron parte de la nueva familia.

Refugio de celebridades, como Cristina Pacheco

Desde sus inicios, el Gran Premio ha sido punto de encuentro para trabajadores del cercano Sindicato Mexicano de Electricistas, artistas del teatro y vecinos de la zona. Entre sus visitantes más ilustres figuran Miguel Manzano, Gina Romand, Chachita y, por supuesto, Cristina Pacheco, muy apreciada por los clientes, trabajadores y dueños.

Pacheco se convirtió en parte de la familia del café. La periodista tenía una mesa fija todos los jueves y se negó durante años a hacer una entrevista ahí, porque no quería que su refugio se convirtiera en tema público. Solo al final de su carrera cumplió su promesa: “Cuando acabe mi programa, ahí sí les hago la entrevista”.

Galletas y pan | Foto: Francisco Charqueño

“Fue muy amiga de mi esposo. Compartían muchas pláticas. Le encantaba nuestro pan de elote, que todavía hacemos con la receta original”, cuenta Gina García, quien ahora lleva las riendas del café junto con su madre, doña Elvira Gisbert. “Venía todos los jueves, con su equipo.

Mi hija, cuando iba en kínder, le llevaba una flor todos los días. Cristina siempre fue muy amable con todos, y muy amiga de mi esposo”, cuenta Gina García, hija de doña Elvira Gisbert y nieta del fundador del café. Hoy ella continúa la tradición familiar, haciendo pan de elote con receta secreta, mientras su esposo prepara los tamales de la casa y su madre los flanes.

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La gran cronista mexicana, fue quien mejor lo entendió: no hay historias pequeñas cuando se narran con el oído atento y el corazón en la mesa. Durante años, este café fue su refugio personal, y como ella misma dijo alguna vez: “Si hago una entrevista aquí, este dejará de ser mi lugar.”

Cumplió su promesa: no fue sino hasta el final de su programa que decidió incluirlo, pues en sus últimas entrevistas televisadas, eligió por fin mostrar el lugar que tanto cuidó durante años. Fue su despedida y su regalo: abrir la puerta de ese café entrañable, no solo a sus espectadores, sino a la memoria.

Qué puedes probar en el Café Gran Premio

El menú original era sencillo: americano, express, capuchino y el ya clásico mallito, bautizado así en honor al periodista Julio Mayo, cliente frecuente que pedía su café con leche evaporada en una taza especial.

Pan de elote y café capuccino | Foto: Francisco Charqueño

Al principio era solo para él, pero poco a poco otros clientes comenzaron a pedir “un café como el de Julio” hasta que se oficializó en la carta con el nombre que Gina le dio: el mallito. Hoy es uno de los favoritos, servido en un vaso bajo, espumoso, preciso, una bebida pequeña pero cargada de historia.

Con el tiempo, las exigencias del público los obligaron a ampliar la carta: bebidas frías, nuevos tipos de café y comida ligera como sándwiches, sincronizadas, hamburguesas y los famosos tamales caseros de pollo con salsa verde o roja, envueltos en hoja de acelga.

La cocina también guarda secretos familiares. Los tamales, por ejemplo, no están en el menú formal, pero son una institución entre los clientes frecuentes. Los prepara Gina con ayuda de su esposo cada semana, sin usar manteca, “porque muchos clientes son grandes o tienen problemas de salud”, explica. Hay de rajas, de mole y de dulce, hechos con tanto cuidado que hasta los comensales más exigentes regresan cada semana a buscar “los de la vez pasada”.

La repostería es otro de los pilares. Pan de elote, flanes, galletas, cubiletes y banderillas son elaborados por la familia, que se encarga de todo: Elvira, su hija Gina y hasta su yerno Cesar González. “Nada es comprado, todo lo hacemos nosotros”, explica Gina.

Bebidas clásicas del Gran Premio

  • Mallito: Café corto con leche evaporada, creación del periodista Julio Mayo. Servido en vaso pequeño, sin azúcar.
  • Café americano, capuchino y espresso: Preparados al momento con café de grano.
  • Café con leche evaporada: Estilo tradicional de la casa.
Café molido | Foto: Francisco Charqueño

Panadería casera:

  • Pan de elote: Suave, húmedo y con receta familiar. Se hornea todos los días.
  • Flan casero: Preparado por doña Elvira, con textura cremosa y sabor clásico.

Antojitos y cocina casera:

  • Tamales sin manteca: Hechos por el esposo de Gina. De mole, rajas o dulce. Disponibles ciertos días de la semana.
  • Ensaladas y baguettes: Opciones ligeras para quienes buscan algo fresco.

Una colección de aprecio por sus clientes: las tazas

Y como detalle curioso, la colección de tazas del café —una pared llena de piezas únicas traídas por los propios clientes— es una muestra del cariño que han sembrado. Ninguna es igual a otra. Algunas son sobrias, otras tienen frases, animales, mapas de ciudades lejanas.

Todas fueron traídas por clientes que, de regreso de sus viajes o para enriquecer la colección, pensaban en el café como en una casa. Una de las más queridas —una taza con forma de bote de basura con un gato esculpido en el asa— fue regalo de una clienta muy especial que ya falleció. “No la usamos. Es un recuerdo. Como un altar chiquito que cuelga en la pared.”

Retos que se recompensan con la tradición

La pandemia fue un golpe durísimo. Como muchos negocios familiares, el Café Gran Premio estuvo a punto de cerrar. Pero resistieron: con entregas a domicilio, con préstamos, con el apoyo de sus clientes de siempre. “También nos afectaron las marchas, el cierre de Luz y Fuerza. Pero nunca bajamos la cortina”, dice Gina. Pese a los desafíos —la prohibición de fumar, el cierre de la Compañía de Luz, las protestas en Reforma, la pandemia— el café ha salido adelante gracias al esfuerzo familiar y a la lealtad de sus clientes.

Esa sensación de hogar no se improvisa. Se construye con años, con atención a los detalles, con rostros que regresan. Cuenta Elvira que su esposo “era muy sociable, amaba su cafetería y cuando llegaba un cliente desconocido, se acercaba a platicar y a darle sugerencias”, fue así como comenzaron a sentirse en familia.

Interior del Café Gran Premio| Foto: Francisco charqueño

“Muchos clientes nos conocieron siendo niños y ahora vienen con sus hijos. Otros venían con sus papás y se emocionan cuando siguen encontrando el mismo sabor, el mismo trato”, dice doña Elvira. Muchos de ellos vienen desde niños, y ahora traen a sus hijos. “Hay una chica que venía desde los 4 años con su papá. Hoy regresa con sus hijos universitarios”, dice Elvira con orgullo.

Elvira y su hija cuentan que, aunque hoy abundan las cafeterías modernas, con Wi-Fi, decoración de catálogo y nombres en inglés, el Gran Premio ofrece algo que pocos lugares conservan: alma. No es un simple punto de venta, sino un espacio vivo, donde cada cliente tiene nombre, historia y, muchas veces, una taza especial.

¿Dónde está?

Ubicado en la calle de Maestro Antonio Caso 72, en la tradicional colonia San Rafael, el Café Gran Premio abre de 8:00 a.m. a 8:30 p.m. “Invitamos a todos a que no dejen morir estas tradiciones. Hay cosas que no se encuentran en ningún Starbucks: el trato, el recuerdo y el sabor que solo da una cafetería de antes”, concluye Gina. Y si vas, pide un mallito. Lo clásico nunca pasa de moda.

IG: @cafgranpremio

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