Existen en esta ciudad aquellas marisquerías que son verdaderos oasis en medio del concreto y el smog. Todos conocemos al menos una en la que puedes sentarte en una mesa informal a disfrutar de unos buenos platillos del mar, muchas de ellas incluso instaladas en puestos metálicos sobre alguna banqueta pintoresca en la ciudad, en las que por supuesto las sillas son simplemente inexistentes, y aunque existieran muy probablemente ni siquiera cabrían en el pequeño espacio compartido entre el puesto metálico, los transeúntes que se siguen caminando de largo incapaces de ver el oasis que se están perdiendo, y por qué no, las puertas y aparadores de los negocios próximos a la marisquería. Cada chilango tiene su marisquería preferida, todo mundo habla y se cuestiona sobre su taquería favorita, pero pocos paran a pensar en las marisquerías.
¿Y cuales son los platillos estrella de estos lugares? Si bien a ciencia cierta no tengo un dato comprobado para responder esta pregunta, estoy seguro que la lista de los más pedidos debe de ser más o menos la siguiente: pescadillas (si son preparadas mejor), coctel de camarón o de pulpo, caldito de camarón, pescado frito, camarones en cualquier forma de preparación, ceviches, vuelve a la vida, el típico filete de pescado empanizado para los niños y la lista sigue y sigue. Pocas cosas tan capaces de reanimar a un chilango que dejó de “vibrar alto”, como una visita a una buena marisquería.


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En mi caso, y por la influencia de mi papá y los lugares de su juventud, de entre todas las marisquerías posibles, nosotros acostumbramos visitar una joya enclavada en las calles de la colonia Obrera llamada La Perla de la Obrera.
Cuenta la leyenda que hace muchos años existía un puestito metálico en la calle de Fernando Ramirez casi esquina con Eje Central, justo a unos pasos de la estación del metro Obrera. Este puestito comparte la misma historia que algunas otras marisquerías famosas, pues todas ellas comenzaron con un pequeño puesto metálico y que a partir de ahí, a consecuencia del éxito, se han convertido en grandes restaurantes que continúan con la tradición y el trabajo de las nuevas generaciones.
Ahora bien, toda marisquería de respeto sabe que la variedad de salsas picantes que ofrecen al comensal es casi tan importante como la calidad de los platillos. Yo no sé ustedes, pero yo soy de aquellos que experimentan una a una las distintas salsas que se suelen colocar sobre la mesa en estos lugares. Y bueno, aunque de salsas hay todo un mundo, simplemente existen aquellas que tienen que estar sí o sí: la Valentina, la Búfalo y la habanera. Estas tres son la combinación casi forzosa que cualquier marisquería chilanga de respeto presenta sobre la mesa. Otro debate se podría abrir solo para tratar de definir qué platillo va con qué salsa y no dudaría que sería un debate bastante caluroso. Hay quienes sin duda prefieren sus mariscos con la salsa habanera, y no los culpo para nada, el sabor y picor alto que suele aportar el habanero es un golpe extra, a los sabores del mar, como si hubieran sido hechos el uno para el otro. Sin embargo, si eres de los que busca picor y acidez, no será la salsa habanera tu primera opción, pues para eso existen otras variedades que se resaltan por juntar estás dos cualidades. Y aunque la lista es larga, pienso que las dos más usadas en este caso son la Valentina y la Búfalo. La primera obtiene su acidez del vinagre, mientras que la segunda lo obtiene de los acidulantes añadidos en la receta. Ambas poseen un picor mediano (excepto la valentina de etiqueta negra) y ambas potencian la acidez del limón.


Al comensal de la Perla de la Obrera, se le recibe con una buena cantidad de salsas al centro de la mesa, algunas de ellas etiquetadas con el nombre de la empresa, es decir, hechas por ellos mismos. Resalta la salsa habanera de color rojo intenso y picor alto, misma que yo decidí probar con mis pescadillas; aunque si eres de los que gustan de los sabores picantes y dulces al mismo tiempo, vas a encontrar también la salsa mango-habanero hecha por ellos mismos, que si bien la probamos con unos camarones al ajillo, pienso que se llevaría increíble con los famosos camarones al coco. Si sientes que el sabor del habanero es demasiado intenso, te recomendaría ir directamente por la salsa Valentina o Búfalo para este caso, pues su sabor ácido y picor medio complementarán perfectamente un buen cóctel con sus respectivas galletas saladas.


“El factor picante es tan o más importante que la propia comida que se sirva, pues la elección correcta de salsas puede significar el éxito o fracaso de cualquier marisquería”
— Fernando Dávila
En algunos sitios, los más antiguos sobre todo, incluso se siguen viendo las botellas de salsa Tamazula, que si bien en estos días ha sido relegada por otras marcas, en los viejos tiempos se trataba de una de las marcas de salsa embotellada más importante de nuestro país y que era tradicional su uso en cualquier marisquería. En este punto, tenemos que estar de acuerdo que una tostada de mariscos no estaría mínimamente completa sin su toque picante, o que cada bocado de pescado frito no sería lo mismo sin su dosis de limón y unas buenas gotas de salsa, la de tu preferencia. Una vez más queda demostrado que el factor picante es tan o más importante que la propia comida que se sirva, pues la elección correcta de salsas puede significar el éxito o fracaso de cualquier marisquería.
Y si quieres visitar y probar uno de estos ejemplos de éxito, acompañado de una buena comida y cerveza fría, La Perla de la Obrera te espera de brazos abiertos para complacerte con su comida que va directo a alimentar el corazón. Ojo, si quieres vivir la experiencia, te recomiendo no perderte probar un coctel o ceviche en el antiguo puesto metálico en donde todo comenzó, quizás no sea tan cómodo como ingresar al restaurante y tomar una mesa, pero algo tiene este lugar que sobre la banqueta y recargado en la barra, las cosas toman un sazón extra ¡Buen provecho!
La Perla de la Obrera
Ticket por persona: $300 – $400
Dirección: Fernando Ramírez 8, Col. Obrera
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