¿Cómo experimentamos el mundo que nos rodea? ¿Vivimos presentes, disfrutando con todos nuestros sentidos? ¿Sabemos esperar por la recompensa o la paciencia es una virtud que se ha perdido entre lo acelerado de la vida? Hoy, te invito a que reflexionemos juntos sobre el matcha en la era de la inmediatez.
La ceremonia japonesa del té se desarrolló junto con el budismo zen en Japón, gracias a los conocimientos y experiencias adquiridos por los monjes budistas durante sus viajes a China. Desde su origen, se considera un momento íntimo que debe ser disfrutado y vivirse plenamente, apreciando cada uno de los elementos que la componen, entre ellos, el matcha o té verde japonés pulverizado que se prepara con respeto, maestría y dedicación. Y aunque actualmente parezca trillado el término “atención plena”, es uno de los principios tanto del zen como del Chado o Chanoyu, como realmente se llama esta ceremonia nipona.
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“La atención plena es fundamental en el momento de ejecutar la serie de movimientos y procedimientos del Chanoyu, al beber el té y al disfrutar de la belleza y austeridad del espacio. “
—Denisse Díaz, Tea Sommelier
Tanto la presencia como la atención durante este ritual evocan paz, claridad, respeto y presencia por uno mismo y por los demás, así como una mentalidad de completud.
Y por supuesto que no todo puede ser protocolario ni riguroso y muchas veces hay que fluir e integrar estas enseñanzas a nuestro día a día. ¿Pero en qué momento pasamos de un momento de paz, completud, presencia y calma a la vorágine de mezclar con chasen una cantidad exagerada de matcha, jarabe de agave y leche, para finalmente servirlo sobre hielo? ¿Cuándo dejamos de respetar el hecho de que el chasen se elabora cuidadosamente con un trozo de bambú que resulta en una pequeña pieza artesanal de gran valor para el Chanoyu que no debería usarse más que para batir matcha? Y no, el chasen no es lo único. El matcha que se desarrolla con maestría, respeto y dedicación por los maestros de té lo estamos usando indiscriminadamente, de tal manera que a medio año después de su producción, ya no hay matcha para satisfacer la demanda mundial.


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Si bien las redes sociales nos están abriendo ventanas a otros productos, platillos, recetas y estilos de vida, muchas veces la información que nos ofrecen dista mucho de la realidad, de la cultura y de las formas de pensamiento que involucran, como es el caso del matcha. Por supuesto que la tecnología nos ha cambiado la vida, reunido a otras personas en otras latitudes y creado redes muy fuertes dentro del mundo del té, pero también nos ha acostumbrado a que todo sea rápido, fácil e inmediato.
Vivimos en esta era de la inmediatez en donde esperar por la recompensa y ser pacientes no es una opción, donde queremos que el mejor matcha esté disponible siempre y llegue a nuestras manos inmediatamente para poder hacer una fabulosa receta que grabaremos para redes sociales y tomaremos mientras hacemos alguna otra cosa como leer, ejercitarnos o platicar con nuestros amig@s, lo que está perfectamente bien (yo lo hago continuamente), aunque nos aleja de la esencia de lo que el ritual del matcha representa. Batir con chasen en un chawan no es una ceremonia, sino una forma de preparar el matcha con utensilios tradicionales.


Una vez que nuestro perfecto matcha latte está disponible para ser reconocido con innumerables likes y algunos comentarios que nos mantienen pendientes para responder de inmediato, ocasiona que nuestros sentidos estén en alerta constante y abrumados. Estos momentos que deberían representar paz y presencia acorde a la ideología zen que acompaña al matcha, desaparecen por completo y, en su lugar, podemos desarrollar ansiedad y disminuir nuestra capacidad de atención y concentración; es decir, nos desconectamos de la filosofía que del matcha nos comparte y de nosotros mismos.
Y no, no satanizo los matcha lattes; en realidad me gustan mucho y los disfruto casi a diario, pero también necesito regresar a ese momento de calma que he experimentado gracias al Chado. Mi experiencia me lleva a recomendarte buscar el equilibrio, es decir, un punto medio entre la recompensa inmediata y un ritual que requiere que te detengas por completo, incluso para meditar. Crea un pequeño espacio en tu ocupada agenda, busca un lugar dentro de tu casa con todos los utensilios dispuestos y regálate 5 minutos para preparar un matcha de forma tradicional, en silencio y con atención plena.
A veces, solo hay que observar y sentir el entorno, respirar y beber el matcha lenta y reverentemente, sin apresurarnos hacia el futuro. No debe vivirse de la misma manera en tiempos de la inmediatez.
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