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Verdad o mito: ¿Existe la adicción al picante?

Fernando Dávila nos explica por qué no podemos dejar de consumir picante

Estimado lector, necesito que me corrija si estoy equivocado, pero como mexicanos que somos estoy casi seguro que la mayoría de nosotros nos hemos encontrado comiendo alguna cosa con un alto nivel de picor y por más enchilados que nos sintamos simplemente no podemos parar de comer, ¿Cierto? Son esas veces en las que por más aire que intentas ingresar a tu boca, no logras enfriar el interior y tener un poco de alivio ante la quemazón provocada por la capsaicina; empiezan a aparecer en tu frente pequeñas gotas de sudor y la piel de tu cara comienza a tornarse roja.

¿Pero por qué no podemos parar de comer picante aún en esos casos en los que comenzamos a dudar que el placer sea mayor que el dolor que estamos sintiendo? Es que de verdad, si analizamos nuestro comportamiento en esas circunstancias, me atrevería a decir que no solo es un sin sentido, sino que también raya en lo risible; y es que son momentos en los que nuestro supuestamente elevado intelecto humano, el cual su función primaria es protegernos y alejarnos de posibles situaciones peligrosas o dolorosas, simplemente por algún motivo pareciera que se apaga y que se vuelve un espectador más ante nuestra autoflagelación gastronómica.

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Estoy seguro que en ese preciso momento incluso alguien ha dicho lo siguiente: “es como una adicción”. ¿Cierto o falso? No es difícil aproximarse a una idea de nuestro comportamiento ante este tipo de acontecimientos los cuales nos suceden más frecuentemente de lo que nos imaginamos. La duda real sería la siguiente: ¿Es realmente adictivo el consumo de picante? Pues bien, la respuesta es más compleja de lo que parece, e incluso depende del matiz que demos a las palabras que usamos.

Y no me dejarán mentir, dado el contexto que vivimos usar la palabra “adicción” está más bien relacionada al abuso del alcohol y de sustancias ilegales que dañan severamente el cuerpo y sus funciones. Pero si la palabra “adicción” por sí misma ya suena fuerte y desagradable para algunos, la palabra “adicto” es aún peor. Nombrar a alguien de “adicto” es darle una cara, un cuerpo y un nombre al conjunto de prejuicios que desde los grandes medios de comunicación se nos hacen creer que forman parte de los comportamientos y hábitos de una persona en franca decadencia y sin aportes a la sociedad.

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Evidentemente hacer un juicio superficial resultaría fácil para cualquiera, sin embargo sería importante hacer un análisis caso por caso para realmente conocer las razones por las que una persona puede caer en una adicción severa y así borrar muchos prejuicios que desafortunadamente a veces impiden que esas personas vuelvan a formar parte activa de la sociedad.

Y es justo por esto, por esta connotación moderna que solemos aplicar a la palabra “adicción” que quizás usarla en referencia a los amantes del picante puede sonar un poco fuerte, no por el significado propio de la palabra, sino por el contexto que se vive hoy en día.


Comer picante genera una sensación de placer debido a la liberación de endorfinas en nuestro cerebro

Fernando Dávila

Ahora bien, vayamos al meollo, al corazón del asunto. Comer picante genera una sensación de placer debido a la liberación de endorfinas en nuestro cerebro. Esa es la razón básica por la cual encontramos un placer aún cuando el efecto de la capsaicina no lo es. Ahora bien, si bien esa es la respuesta neurológica al consumo del picante, también hay otra consecuencia fisiológica. Nuestro cuerpo humano, como la maravillosa máquina que es, desarrolla una especie de tolerancia ante la capsaicina, por lo que para lograr encontrar esa especie de “recompensa” detrás del dolor al consumir picante, es necesario aumentar gradualmente la cantidad de capsaicina que se consume para poder sobrepasar la resistencia adquirida y así poder generar la sensación de placer a través de la producción de endorfinas.

Es básicamente un ciclo de causalidades que nos van orillando a consumir cada vez más para encontrar el mismo placer que sentíamos antes. Y yo me pregunto ¿Acaso no es esta la misma dinámica que vive un adicto hasta no poder escapar del consumo de ciertas sustancias? Pues sí, pasa exactamente igual. Y a pesar de que el ciclo de sucesos son bastante similares a los necesarios para crear una adicción a cualquier otra sustancia nociva, por alguna razón me da la impresión de que algunos investigadores y expertos del tema, no utilizan frecuentemente la palabra “adicción” cuando de capsaicina y picante se trata. Quizás sea debido a las implicaciones negativas que las palabras tienen, o quizás porque excluyen al chile y a la capsaicina de la lista de sustancias prohibidas mismas que al parecer son las poseedoras del monopolio de la palabra adicción.

En mi opinión, sí el picante genera adicción, pero no ese tipo de adicción destructiva que ha monopolizado el concepto de esa palabra. Manteniendo siempre la sana e ideal máxima del justo medio, para que su consumo no caiga en exceso y dañe nuestro cuerpo, nuestra preferencia por el picante puede mantenerse tranquilamente viva, pues si bien es una adicción, es una adicción de la que pocos están dispuestos a curarse.

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