Los mexicanos amamos poner picante en todo, no es sorpresa para nadie aquí. ¿Pero alguna vez se han puesto a pensar en que quizás ciertas combinaciones a las que estamos acostumbrados podrían parecer raras y exóticas para otros? De entre todas, hay una que personalmente he comprobado es la más exótica para otros: añadir picante a cosas dulces. Es más, tener “dulces” que piquen. ¿Qué? ¿Un dulce picante? ¿Qué no el simple concepto es una incongruencia sensorial? Pues la respuesta es sí y no. Es más complejo de lo que creemos.
Si naciste y creciste en una sociedad en la que el picante no era un elemento fundamental en tu comida, definitivamente no podrás comprender ni imaginar una mezcla tan extraña, pues no es ni siquiera comprensible la razón por la cual mezclar estos dos elementos. Y cuando digo que he contemplado en primera persona la cara de sorpresa y desagrado en otros al hablar de esta mezcla, vaya que digo la verdad. Más de una vez he tenido que presenciar el shock cultural que es para algunos extranjeros ver carritos de fruta fresca en los que se le añade picante a la fruta. ¿Mango con chile? ¿Sandía con tajín? ¿Qué? ¿Cómo es que añaden picante a esas frutas cuyo perfil es netamente dulce? Pues amigos extranjeros, lo crean o no, esa mezcla no solo se encuentra en las calles de nuestras ciudades, sino que me atrevería a decir que está grabada en nuestro ADN. Sí, yo sé que a simple vista podría parecer un acto ilógico; podría hasta entender las razones por las que te negarías a probar, y no te vamos a forzar a hacerlo, lo que sí te podemos asegurar es que después de probarlo, existen altas posibilidades de que reconsideres seriamente la idea que tenías sobre esta mezcla.


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Y si la fruta con chile te genera confusión, entonces espera a ver toda la variedad de dulces picantes que la infancia mexicana devora con singular alegría. Sí, dulces picantes. Y no, no son para adultos, son dulces tan amados por los niños como el que más. No señores, un niño mexicano difícilmente se va a conformar con una paleta de caramelo sabor cereza, él o ella va a querer esta misma paleta pero cubierta de una, dos o hasta tres capas de cualquier tipo de cobertura picante: caramelo suave picosito, polvito picante, o hasta chamoy. Y si creerías que existe un límite lógico en cuanto a los dulces a los que añadimos picante, te tengo una mala noticia, pues aquí hasta los inofensivos chicles pueden ser picantes. Y no, no estamos locos como para darles chile a nuestros niños solo porque sí, es que son ellos mismos quienes nos los piden. Y basta con hacer un poco de memoria para comenzar a recordar los dulces con los que crecimos, no pasará mucho tiempo antes de darnos cuenta que por lo menos recordaremos un par de dulces picantes que nos acompañaron durante nuestra infancia.
Y estimado lector, hablar de dulce y picante estaría incompleto sin un tercer elemento que acompaña como anillo al dedo a esta mezcla, la acidez. Si volvemos al ejemplo de la fruta fresca con chile, no podríamos pensar que está completa sin unas buenas gotas de jugo de limón. Oh no. O qué tal la acidez propia del tamarindo en aquellos dulces enchilados; son dulces, pero son salados, pero son picantes. Son todo en uno.


“Alguna vez alguien en el extranjero me preguntó si era verdad que cuando los mexicanos somos bebés nuestras mamás nos ponen chile en el biberón para acostumbrarnos lo más rápido posible al picante”
— Fernando Dávila
Alguna vez alguien en el extranjero me preguntó si era verdad que cuando los mexicanos somos bebés nuestras mamás nos ponen chile en el biberón para acostumbrarnos lo más rápido posible al picante, no sé en dónde escuchó semejante locura y evidentemente le dije que eso era mentira, pues no haría falta, nosotros ya nacemos adaptados al picante.
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