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Fotos. Wikimedia Commons

Cómo involucrar a los niños en la preparación de sus lunches

Tal vez no estén listos para cocinar solos, pero ya pueden empezar a escribir su historia alimenticia

Son las 6:45 a.m., estás con un ojo abierto y el otro llorando, mientras intentas empacar un lunch decente sin parecer un meme de padres exhaustos. Si en tu cocina hay caos, migajas y chantajes emocionales (“¡pero a mí no me gusta eso!”), esto es para ti. ¿Y si te dijera que todo podría cambiar si, en lugar de esconderte con el pan integral y los pepinos, invitas a tu criatura a ayudarte? Sí, aunque tengan cinco años y sean muy pequeños.

Involucrar a los niños en la preparación de sus comidas no solo aligera la carga parental. Según múltiples estudios y especialistas, esta sencilla acción puede tener un impacto duradero en la salud física, emocional y hasta académica de los pequeños. La cocina, al parecer, es más que un campo de batalla para papás somnolientos, es una escuela de vida.

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Cocinar es criar

Para la terapeuta Luella Jonk, Ph.D., autora de The Art of Cooking: Teaching Kids Emotional and Physical Health, la cocina es una herramienta tan importante como una terapia. En su experiencia como madre trabajadora y psicoterapeuta, sostiene que el tiempo dedicado a preparar comida en casa es un “activo compuesto”, una inversión que se multiplica con los años. A diferencia de las visitas al autoservicio, que considera un “activo en depreciación” (sí, así de claro), cocinar transmite valores, disciplina y salud emocional.

Jonk subraya algo clave, lo que tus hijos ven y hacen hoy, lo replicarán mañana. Comer comida casera, ver a sus cuidadores cocinar, oler, tocar y participar en la creación de sus platillos no solo alimenta su cuerpo; también moldea su percepción de la comida, sus hábitos y su autoestima.

Si aún no estás convencido, los datos son contundentes, un estudio publicado por la National Library of Medicine demostró que los niños que participaron en la preparación de su almuerzo comieron más vegetales, más proteína y reportaron sentirse más positivos y con mayor control. 

Fotos. Wikimedia Commons

De comensales a cómplices

Involucrar a tus hijos en la cocina no significa que dejes que tu toddler experimente con el horno encendido. El Gobierno de Canadá ofrece una guía clara y adaptada por edades para que todos los miembros de la familia puedan aportar:

Desde los 2 años, pueden lavar frutas, contar ingredientes o mezclar cosas sencillas.

A partir de los 6, ya pueden batir huevos, preparar su propio desayuno y usar utensilios básicos con supervisión.

Los preadolescentes pueden cocinar platillos completos y hasta encargarse del lunch escolar.

Pero más allá de habilidades motrices o recetas, el valor está en lo que se transmite, como la organización, lectura, matemáticas, ciencias, cultura familiar y hasta un sentido profundo de pertenencia. Según The Global Montessori Network, esta práctica fortalece la concentración, la memoria, la coordinación y la confianza personal. En palabras simples, les estás enseñando a vivir.

Hacer de la cocina un campo de juego (y no de batalla)

Claro, esto no va a ser siempre una escena de Pinterest. Habrá derrames, peleas por quién rompe el huevo, cuchillos mal lavados y discusiones existenciales sobre el brócoli. Pero aquí van algunos consejos prácticos para que no tires el sartén por la ventana:

-Invítalos a elegir: Deja que escojan una verdura nueva en el súper o una receta para la semana. Darles voz fomenta el interés.

-Planeen juntos: Revisen la despensa, escriban la lista de compras, busquen recetas. Es una excelente excusa para practicar lectura, escritura y hasta matemáticas.

-Enséñales con paciencia: Desde usar un pelador hasta encender la licuadora, cada herramienta es una lección.

-Celebra sus creaciones: Sí, aunque la pizza tenga forma de dinosaurio y esté medio cruda. Es su primer platillo, no el último del Top Chef Junior.

-Cuiden la rutina: Comer en familia, sin pantallas y con tiempo, también enseña. El simple acto de sentarse juntos a la mesa puede reducir la ansiedad infantil, según Jonk.

La cocina es un espacio mágico donde los niños pueden jugar, aprender, equivocarse y crecer. Lo mejor es que todo sucede en torno a algo tan básico como el alimento. Involucrarlos en la preparación de sus comidas es una manera de fomentar la autonomía, así como enseñarles a no temerle al cuchillo de mantequilla; es una lección de principios. Se trata mostrarles que la comida no se trata solo de llenar la panza, sino de cuidar su cuerpo, su mente y a los que los rodean.

Porque, como dice la terapeuta Luella Jonk, la cocina no es tiempo libre. Es tiempo necesario. Y, si se hace bien, puede ser también… inolvidable.

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