“Es difícil para un mexicano no sucumbir ante el sentimiento, lo traemos en los genes: acá se está muy bien” Pedro Reyes
Entre Baja California y Yucatán, nuestros lugares son las cantinas, establecimientos clásicos que, tristemente, han venido a menos: las que han desaparecido y las que han perdido calidad.
La culpa es toda nuestra. Así como dicen que “a la madre se le debe festejar todo el año y no sólo el 10 de mayo”, las cantinas deberían estar llenas los 365 días y no ser exclusivas del mes de septiembre. No sólo mantienen un servicio clásico e impecable, también son espacios donde la cocina mexicana brilla con botanas y guisos oportunos que hacen de la ocasión, una experiencia entrañable. En el consumo de dos o tres tragos ya se tiene acceso a una comida vasta, sabrosa y contundente a un precio mas que razonable. ¿Se puede pedir más?
Estamos en deuda con nuestras cantinas. Sería terrible vivir sin ellas.