El “Príncipe de las Tinieblas”, Ozzy Osbourne, que sorprendió y maravilló con su banda de heavy metal Black Sabbath, murió a los 76 años. La noticia de su muerte fue anunciada por su familia.
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Aunque será eternamente recordado por morder la cabeza de un murciélago en pleno escenario, Ozzy Osbourne también deja tras de sí un legado gastronómico tan excéntrico como entrañable.
El legendario vocalista de Black Sabbath, que acaba de fallecer, tenía una sorprendente pasión por ciertos alimentos que poco tienen que ver con su imagen de “príncipe de las tinieblas”.


En entrevistas y anécdotas compartidas por chefs, mayordomos y presentadores de TV, se reveló que Ozzy tenía un gusto sencillo, pero muy definido. Amaba el requesón –lo mencionó con devoción en el show de Conan O’Brien–, disfrutaba el regaliz negro, y entre sus favoritos figuraban el queso, el pescado y la lasaña de pollo.
Pero si hay algo que lo hacía sonreír como niño, eran los burritos. Ozzy Osbourne será el rey de la oscuridad… pero también de los burritos. El rockstar no podía resistirse a la suavidad de su comida favorita, y hay varios videos en los que se le ve disfrutándolos con verdadera devoción.
En su reality show, The Osbournes, se le vió en varias ocasiones disfrutando de uno, además contaba que su burrito ideal era sencillo, sin muchas pretensiones, pero con esa mezcla perfecta de carne suave, queso derretido y frijoles calientes que lo hacían feliz.




Durante una gira en Sudamérica, Diego Guillén, chef de un hotel que lo hospedó, recordó que a pesar de que le enviaron cortes jugosos de carne como ojo de bife y hamburguesas suculentas, Osbourne eligió simplemente una velouté de verduras (una sopa cremosa), dejando vacíos los platos que llegaron a su suite. Una elección inesperada, que demostraba que su lado más sobrio tenía también espacio en la cocina.


Y si hablamos de snacks, había uno que consideraba “imposible de dejar”: las manzanas Pink Lady. Fruta ligera, dulce y con beneficios para la salud cardiovascular, se convirtió en uno de sus refrigerios predilectos en los últimos años, aún cuando también enfrentó retos de salud y luchó por mantenerse sobrio.
Una mordida que definió su leyenda
La historia del murciélago es, sin duda, la más famosa de todas. El 20 de enero de 1982, durante un concierto en Des Moines, Iowa, un fanático arrojó al escenario un murciélago muerto.
Ozzy, pensando que era un juguete de goma, lo recogió y le mordió la cabeza. “Estaba crujiente”, relató después. En su autobiografía Soy Ozzy, escribió con crudeza: “Al instante, algo se sintió mal. Muy mal. Para empezar, mi boca se llenó de un líquido cálido y pegajoso, con el peor sabor que puedas imaginar. Podía sentir que me manchaba los dientes y me bajaba por la barbilla”.


Tras terminar el show, fue llevado de inmediato al hospital, donde inició un doloroso tratamiento con inyecciones contra la rabia. Aunque fue una de las escenas más escandalosas del rock, Ozzy siempre la narró con una mezcla de humor y horror. “Lo único que recuerdo con claridad fue ese sabor… como metal y podredumbre.
Lo que no entendí fue por qué nadie me detuvo”, bromeó en una entrevista años después. Así, el hombre que amaba las manzanas y el requesón también cargó para siempre con la mordida más infame de la historia de la música.
Hoy, mientras el mundo lo despide, podemos decir que Ozzy no solo fue una leyenda del rock, sino también un hombre que sabía saborear la vida… incluso con sopa, burritos y manzanas.
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