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Ilustración Aderezo.mx [Congo & Repollo]

Crudo vs cocido: ¿de verdad quieres que tu perro coma como lobo?

La dieta BARF es como una navaja suiza, útil si sabes cómo manejarla, peligrosa si improvisas

Qué pasaría si te dieran de desayunar un conejo crudo. Sin sazonar, sin cocer, con todo y vísceras. ¿Exótico? Tal vez. ¿Apetecible? No tanto. Pero hay quien jura que ese es el banquete ideal para tu perrito. Bienvenido al universo de la dieta BARF, una tendencia que divide a veterinarios, expertos en nutrición animal y dueños de mascotas como si fuera debate electoral, unos la aman, otros la consideran una bomba de bacterias en plato.

Pero… ¿qué hay realmente detrás de esta dieta con nombre de onomatopeya?

Primero, BARF significa Biologically Appropriate Raw Food (o también Bones and Raw Food), lo que se traduce como alimentos crudos biológicamente apropiados. Fue popularizada en los 90 por el veterinario australiano Ian Billinghurst, quien argumentaba que los perros debían comer como sus antepasados lobunos, carne cruda, huesos, vísceras, frutas y vegetales frescos. La premisa suena simple y natural, casi poética, regresar a lo salvaje. Pero no todos están convencidos de que los perros modernos sean bestias del bosque.

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El argumento evolutivo… ¿o una romantización?

Billinghurst basa su teoría en que los perros descienden del lobo y, por tanto, deberían comer igual. Pero como bien señala Carlos Gutiérrez Olvera, académico de la UNAM, “los perros no son lobos”. Aunque comparten ancestros, sus sistemas digestivos han cambiado tras siglos de domesticación.

Los canes actuales no solo tienen enzimas capaces de digerir carbohidratos —cosa que los lobos no—, sino que su estómago no tiene la acidez necesaria para eliminar bacterias presentes en alimentos crudos. Mientras que un lobo puede devorar carne infestada sin sufrir estragos, un french poodle puede terminar en urgencias veterinarias por la misma hazaña.

Foto. Creative Commons.

¿Y entonces por qué tanta gente la sigue?

A pesar de las advertencias, la popularidad de la dieta BARF no deja de crecer, especialmente en países desarrollados donde muchos dueños buscan alternativas más “naturales” para sus mascotas. Entre los beneficios más citados están:

-Pelaje más brillante

-Heces más pequeñas y firmes

-Mejor aliento y dentadura más limpia

-Mayor energía y masa muscular

-Menor huella ecológica al aprovechar subproductos cárnicos como vísceras

Incluso hay estudios que sugieren una mayor diversidad bacteriana en el microbioma intestinal de perros alimentados con dieta cruda, lo cual podría asociarse a un mejor estado de salud.

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Pero no todo lo crudo reluce

Aquí es donde entran las alertas. Y muchas. Según la American Veterinary Medical Association (AVMA), dar carne cruda a perros o gatos puede representar un riesgo para la salud tanto del animal como del humano, sobre todo si se manipula mal. Salmonella, E. coli, Listeria y otros patógenos pueden camuflarse en una pechuga fresca, esperando el momento justo para atacar.

El problema se agrava cuando los tutores intentan replicar estas dietas en casa sin el conocimiento nutricional adecuado. Según Ernesto Ávila, presidente de Grupo Amascota de CONAFAB, las consecuencias clínicas más comunes por seguir la BARF sin guía profesional incluyen:

-Infecciones bacterianas (algunas zoonóticas, es decir, que se transmiten a humanos)

-Deficiencias nutricionales por desbalance de vitaminas y minerales

-Obstrucciones intestinales por huesos mal triturados

-Obesidad o desnutrición por error en proporciones

-Problemas logísticos y de conservación, especialmente en climas cálidos

Además, preparar este tipo de dieta requiere tiempo, dinero y una estricta cadena de frío, lo que la hace poco viable para muchas personas.

La postura de los expertos

El consenso general es que, aunque la dieta BARF podría funcionar para algunos animales bajo supervisión veterinaria estricta, no es una fórmula mágica ni libre de riesgos. “La cocción, en la mayoría de los casos, mejora la digestibilidad y el aprovechamiento de los nutrientes”, afirma el especialista de la UNAM.

Por su parte, la industria de alimentos balanceados (croquetas, dietas húmedas formuladas) ofrece opciones diseñadas para cada etapa de vida del animal, con estudios clínicos y supervisión de calidad. Además, la mayoría son prácticas, accesibles y estables en conservación.

¿Y entonces… qué le doy a mi perro?

La respuesta es corta, depende. Cada animal es diferente, y lo ideal es consultar con un veterinario o nutriólogo animal certificado. Ni todas las croquetas son iguales, ni todos los perros toleran lo crudo.

Lo importante es no dejarse llevar por modas ni por influencers perrunos en redes sociales. Porque sí, puede sonar muy cool decir que tu mascota lleva una dieta “ancestral”, pero si esa decisión la toma tu estómago humano y no un especialista, lo más probable es que termines gastando más en el veterinario que en la comida.

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