Es probable que el corazón del Museo de Frida Kahlo no se ubique en el jardín, en la pirámide central ni en el estudio; tampoco en las figuras de papel maché ni en las prendas que usó, aunque todos los espacios y elementos de la casa-museo son vitales y tienen parte de la esencia de la pintora, es en la cocina donde surgía lo que le dio sabor, apapacho e inspiración a Kahlo en incontables ocasiones.
Además, ese espacio está dotado de detalles en los que se reflejaba parte de su personalidad: desde pequeños cerditos sobrevolado uno de los trinchadores, una jarra pulquera zoomorfa, jarros que combinan con los platos verdes también con animales como el caballo o un pez, enormes cazuelas como para preparar mole en las fiestas patronales y una mesa igual de amarilla que el piso, pero con flores y pájaros o palomas que parece fueron pintadas a mano.
En la cocina es donde Frida orquestaba junto con Eulalia, su cocinera, lo que se serviría en las reuniones con amigos, en fiestas mexicanas como el 15 de septiembre o el Día de Muertos, y por supuesto, los cumpleaños. En el de ella no podían faltar los huazontles. En esa mesa montaba sus bodegones y todo lo vivo que en sus lienzos se convertía en naturaleza muerta.
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“Este es el espacio que se vuelca hacia los visitantes, los amigos, los seres queridos, pero también hacia Frida” contó para Aderezo, Perla Labarthe Álvarez, directora del Museo Frida Kahlo. “A todos nos ha pasado que en la cocina suceden las mejores conversaciones, hasta cuando estás en una fiesta. Aquí no solo se cocinaba, también se platicaba, se disfrutaba y definían las celebraciones que estaban por venir, sobre todo la comida con la que se iban a llevar a cabo”.
La artista mexicana se mantenía activa en la cocina. Frida iba al mercado, elegía frutas y verduras, además preparaba canastos llenos de comida, flores y notas amorosas para Diego Rivera cuando él estaba en el estudio.




¿Qué le gustaba comer a Frida Kahlo?
El amarillito, diferentes tipos de moles, las enchiladas, los antojitos mexicanos, los huauzontles y las quesadillas de flor de calabaza eran algunos de los platillos favoritos de Kahlo. Aromatizaban en distintos momentos del día o del año la cocina y definitivamente le daban calidez a los espacios que están cerca como el comedor incluso la recámara. Mantenían viva la casa… ¿podría concentrarse con tales aromas?
La directora del museo cuenta que hay cartas y anotaciones en las que Frida hacía referencia a la comida, en especial cuando estaba en el extranjero “Ay, ya voy a regresar a México y luego nos echamos unas quesadillas de flor de calabaza”.
En el libro Las Fiestas De Frida y Diego, Recuerdos y Recetas de Guadalupe Rivera Marín y Marie-Pierre Colle, se cuenta que sus postres favoritos eran el dulce de coco, el de camote con piña y el de mamey; además, su bebida favorita era el tequila.
“Era muy importante celebrar en septiembre el Día de la Independencia y se incluían en el menú, pues además de chiles en nogada, arroces tricolor y aguas de sabor que eran verde, blanco y rojo (de tuna, horchata y Jamaica); se celebraba aquí el Día de Muertos con tamalitos o tostadas. Siempre había momentos de fiesta, como nos sigue pasando hoy en día”, mencionó Perla Labarthe Álvarez.
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La cocina de Frida, un viaje por las artesanías mexicanas
El amarillo, el verde, el azul y el blanco son los colores que prevalecen en esta parte de la casa; combinan con las decenas de utensilios y artesanías que cuelgan de las paredes, sobre los muebles y en los que parece el tiempo se ha detenido por el arduo trabajo de restauración que ha realizado el museo por más 65 años.
La cocina dentro del Museo de Frida Kahlo es una composición muy tradicional mexicana con fogones cubiertos de mosaicos, una mesa y sillas de madera. Tiene cazuelas de Puebla, Oaxaca, Guanajuato y del Estado de México. Hay elementos hechos de talavera, cucharas de madera así como molinillos; una pared llena de jarritos en los que se lee el nombre de Frida y Diego, esto último, propuesta de Carlos Pellicer, amigo de Kahlo y Rivera, el encargado del proyecto museográfico de la Casa Azul. Fue el primer curador y director del recinto.
Había una vajilla que le gustaba mucho a Frida, con filo color cobalto y con las iniciales de Frida y Diego; todo lo que se ve en la cocina son objetos que estuvieron en uso y parte de la cotidianidad de Kahlo. Las ollas con forma de calabaza, las frutas que adornan la mesa y que hay varias, de cera o guaje.
“Para Frida no solamente eran utensilios, hablaban de belleza y de México. Entonces, su casa junto con su cocina, también es una declaración de lo que a ella le parece valioso, de lo que le parece lindo para tener cerca y también de lo que la define. Creo que la cocina es un ejemplo muy lindo también de algunas piezas que que si bien hoy no se utilizan tanto, son para nosotros un pretexto para platicar; por ejemplo, de los metates, que tal vez ya no se utilizan tanto en la vida citadina, pero que son parte fundamental de la comida mexicana”, explicó Perla Labarthe Álvarez.
De la mesa al lienzo: Obras de Frida Kahlo inspiradas en comida
El espacio físico de la cocina y todo lo que se cocinaba en él, también fueron inspiración para la pintora mexicana. Los ingredientes trascendieron más allá de las recetas y quedaron plasmados en varias de sus obras. Entre ellas Tunas (1937), Frutos de la tierra (1938), Pitahayas (1938), Que bonita es la vida cuando nos da sus riquezas (1943), La novia asustada al ver la vida abierta (1943), Fruta de la Vida (1953), y tal vez una de las más famosas, Viva la Vida (1954).




“Tenemos una naturaleza con bandera en el estudio…y por supuesto, Viva la Vida, estas maravillosas sandías. Todas nos hacen referencia a las frutas y verduras que Frida utilizaba para pintar”, detalló la directora.
Se considera que la pintura Viva la vida es la última obra de Frida Kahlo. Especialistas dicen que a pesar de su deteriorada salud, el título hace referencia al hecho de vivir. Hay quienes lo toman como un epitafio. De acuerdo con descripciones del museo, este óleo puede considerarse una naturaleza viva; las sandías abiertas y la intensidad de los colores conectan con la fuerza de la frase plasmada.
Se cree que Frida escribió lo que dice la pintura ocho días antes de morir.
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Mole Poblano que se cocinaba en la Casa Azul
Esta receta fue tomada del libro Las fiestas de Frida y Diego. Recuerdos y recetas. Guadalupe Rivera Marín y Marie-Pierre Colle Corcuera. Promexa, México, 1994, p. 214.
Modo de preparación
-Los chiles se pasan por 150 gramos de manteca caliente, se colocan los chiles en una cazuela con agua muy caliente y se deja que suelte el hervor para que se suavicen.
-Se conserva la manteca. En la misma se acitronan los ajos y las cebollas; se añaden las tortillas, el pan, las pasitas, las almendras, las pepitas y la mitad del ajonjolí, el anís, los clavos, la canela, la pimienta, el chocolate y los jitomates.
-Se sofríe todo muy bien. Se agregan los chiles escurridos y la mezcla se fríe unos segundos más.
– Se licúa todo con caldo en el que se coció el pavo y se cuela.
-En una cazuela grande se calienta el resto de la manteca (100 gr), se añade la salsa y se deja hervir el mole durante 5 minutos y se sazona con sal y azúcar (debe quedar dulcecito).
-Si es necesario se añade más caldo; para que sea una salsa más bien espesa. Se deja hervir de 20 a 25 minutos a fuego lento, se le añaden las piezas de guajolote, se deja hervir 5 minutos más y se lleva a la mesa en la misma cazuela, espolvoreando con el resto del ajonjolí tostado.
Dónde está el Museo Frida Kahlo
El museo se ubica en Londres 247, Del Carmen, Coyoacán. Es necesario adquirir tus boletos con anticipación.
Horarios
Martes 10:00 a 18:00
Miércoles 11:00 a 18:00
Jueves a domingo 10:00 a 18:00
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