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Fotos: Francisco Charqueño

¿Qué amuletos usaron los chefs para ganar en la Guía Michelin?

Aretes, pulseras, collares o piedras cargadas energéticamente son algunas de las kábalas que usaron los chefs

La noche del 3 de junio de 2025, el Foro Codere se vistió de gala para recibir a los protagonistas más brillantes de la cocina en México.

La esperada Gala Michelin se celebró con todo el esplendor que merece un evento donde se reconoce la excelencia culinaria. Entre luces, flashes, aplausos y nervios, se anunciaron las nuevas adiciones a la codiciada Guía Michelin, en una velada donde los chefs desfilaron con elegancia, portando no solo sus mejores atuendos, sino también algo mucho más íntimo: sus amuletos.

Y es que cuando está en juego una estrella Michelin, cualquier apoyo es bienvenido. Más allá del talento, la técnica y el esfuerzo de todo un equipo, muchos cocineros recurren a la superstición como un último empujón hacia la suerte.

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Desde piedras energéticas hasta objetos heredados o rituales religiosos, los amuletos son una forma de canalizar los nervios, de sentirse acompañados por algo —o alguien— que les recuerda su propósito, su camino, su origen.

Aderezo les preguntó a los presentes y cada historia era distinta. Algunos lo contaban con orgullo, otros lo guardaban en secreto, y no faltaron quienes aseguraban no creer en nada que no se pudiera cocinar. Pero todos compartían una mezcla de esperanza y emoción que convertía a sus amuletos en algo más que simples objetos.

El chef Carlos Esquivel, quien vino desde Baja California, fue el primero que nos presumió el suyo “uno de mis amuletos es esta prensa que compré en Oaxaca. Que siempre la traemos a todos lados”. Posteriormente otra chef nos presumió “qué qué qué te imaginas, a ver, lo traigo ahí brillando. Mi caracol, claro. Esta figura ancestral, ¿no? Este principio y fin de la vida. Y pues acá estamos”, compartió la chef Aurora Toledo Martínez, del restaurante Zandunga Oaxaca, con la energía vibrante que la caracteriza. Su caracol, símbolo de los ciclos y de lo eterno, la acompañó durante la noche como un recordatorio de su identidad zapoteca.

Por su parte, el chef Carlos Gaytán, del restaurante Ha’, prefirió confiar en sí mismo y en el trabajo que ya lo ha hecho merecedor de una estrella. “Uf, la verdad que ahora sí no, no cuento con amuletos, vengo con todas las ganas del mundo para seguir manteniendo esta estrella”.

El siempre carismático Aquiles Chávez no se quedó atrás. “Mi amuleto para esta noche, es este ojito que me lo regalaron en un evento, unos clientes turcos que fueron a comer. Son esos ojitos turcos para la mala vibra”, explicó mientras mostraba el tradicional nazar que colgaba discretamente de su ropa.

En contraste, Don Mario Hernández Alonso, de la Taquería El Califa de León, se mostró sereno y con fe: “Ninguno, este Dios está con uno y si Dios eh cree eh que eres merecedor, se va a lograr”. Una visión compartida también por la chef pastelera Marifer Millán, de Jowong, quien confesó: “No tenemos un amuleto, pero igual y todos los buenos deseos de toda nuestra familia y todas las personas que trabajan con nosotros, que por ellos estamos aquí”.

La chef Olga Cabrera, de Tierra del Sol, tampoco llevó un objeto físico, pero sí un gesto cargado de significado: “Le prendí mi veladora a mi virgen desde ayer, así es que que me haga el milagro. No, es el trabajo y es el trabajo de todo el equipo”.

En Los Cabos, Francisco Sixto no se separa de su anillo de la suerte. “Claro que sí. Sí, traigo mi anillo que no me falta. Es el amuleto de la suerte”, dijo, con la certeza de quien cree en los pequeños rituales que se repiten como mantras.

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Algunos, como el chef Edgar Núñez, fueron tajantes: “No, no, nada, nada. Yo no confío más que en la chamba que hacen ustedes los días”. Y aunque no llevaba nada físico, la chef Ana Dolores, de Esquina Común, admitió: “Un cuarzo rosa. Lo tengo por ahí escondido.”

El chef Rodrigo Rivera-Río, de Koli, cerró con una de las declaraciones más entrañables: “Mis hermanos, ¿no? Yo digo que es la familia”. En su caso, el verdadero amuleto estaba en el respaldo afectivo que lo acompaña cada día.

¿Sirvieron de algo todos estos amuletos? Difícil decirlo con certeza. Pero una cosa fue segura, ninguno perdió su estrella y es indudable es que, en una noche tan importante como la Gala Michelin, cada chef se aferró a lo que le daba confianza, calma y fuerza. Al final, quizás el verdadero amuleto fue la pasión con la que cocinan todos los días.


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