Una noche oscura y tormentosa en el corazón de Jalisco, los relámpagos iluminan el cielo y los truenos resuenan. De repente, un rayo cae en un campo de agaves y ¡BAM! lo que podría haber sido un desastre se convierte en un golpe de suerte que cambiaría la historia de México para siempre. Así es, estamos hablando del origen del tequila.
El tequila, ese elixir que ha encendido más de una fiesta, tiene una historia tan fascinante como su sabor. Todo comenzó con una tormenta eléctrica que incendió un campo de agaves. Estos son conocidos por su impresionante parecido a una piña gigante, comenzaron a emitir un vapor dulce y embriagador. Los habitantes locales, atraídos por el aroma, decidieron probar el néctar resultante y, al fermentar, descubrieron una bebida relajante y deliciosa. Así, casi por accidente divino, nació el precursor del tequila.
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El proceso para transformar este “mezcal” (que en náhuatl significa “la casa de la luna”) en tequila es una mezcla de técnicas europeas y materia prima americana. El agave azul, específico de la región de Tequila, en Jalisco, se cocina, fermenta y destila para producir el aguardiente que todos conocemos. Esta fusión de culturas ha dado lugar a una bebida que no solo es deliciosa, sino también un símbolo de identidad nacional.
De mezcal a tequila
Aunque México tiene más de 200 tipos de agaves, el más famoso es, sin duda, el que crece en Tequila. Este pequeño pueblo mágico, a unas quince leguas de Guadalajara, se ha convertido en el epicentro de la producción de esta bebida. Desde tiempos prehispánicos, otomíes, chichimecas, toltecas y nahuatlacas ya disfrutaban de sus beneficios. Sin embargo, la primera destilería oficial se estableció en 1600, y la industria tequilera realmente despegó a finales del siglo XVIII, gracias a pioneros como Cenobio Sauza, conocido como “el padre del Tequila”.
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En 2006, la UNESCO declaró el “Paisaje Agavero y Antiguas Instalaciones Industriales de Tequila” como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Este reconocimiento abarca 34,658 hectáreas de campos de agave azul y los asentamientos urbanos de Tequila, Arenal y Amatitlán. No es solo un homenaje a la bebida, sino también a la rica historia y tradición que la rodea.
Legado y reconocimiento mundial
El tequila es tan importante para México que, en 1974, se realizó la primera “Denominación de Origen Tequila” (DOT), protegiendo la producción en 181 municipios de cinco estados: Jalisco, Michoacán, Tamaulipas, Nayarit y Guanajuato. Esta denominación asegura que solo el agave weber variedad azul cultivado en estas áreas pueda ser utilizado para producir tequila, garantizando su autenticidad y calidad.
Actualmente el tequila no solo es una bebida; es un embajador de la cultura mexicana en todo el mundo. Reconocido en 55 países, incluidos los de la Unión Europea, el tequila es un testimonio del ingenio y la pasión de México. Así que la próxima vez que levantes un vaso de tequila, recuerda brindar por aquella noche tormentosa que, con un golpe de rayo, nos dio esta joya líquida.