Parece estar de moda que nos digan “para encontrar la paz mental tenemos que vivir en el presente”. Se dice con mucha facilidad, sin entender el verdadero compromiso que implica saber que el pasado ya pasó y el futuro está por venir. Saber afrontar abiertamente lo bueno y malo del día a día es complicado por el pensamiento ya adquirido de “si no se puede medir, no sirve” pero ¿cómo medimos la paz mental? Hoy les comparto mi experiencia con el té y mindfulness, una de las herramientas que me ayudan a vivir en el presente, aunque sea por un instante.
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Según la Sociedad mindfulness y salud, mindfulness es prestar atención de forma consciente a la experiencia del momento presente con interés, curiosidad y aceptación, sin permitir que nuestra mente viaje al pasado o se preocupe por el futuro. “De forma consciente” se refiere a reconocer lo que sucede mientras está sucediendo, sin juzgar y con todo lo que ello implica, incluso aquello desagradable.
Son múltiples los beneficios del mindfulness, hoy destaco los que he experimentado personalmente: aumenta la sensación de felicidad y gratitud, mejora la concentración, la capacidad de aprendizaje, la claridad mental y la calidad de sueño. Pero ¿cómo se relaciona con el té?
Como amantes y consumidores de té y tisanas, tenemos una gran herramienta a la mano para practicar. Les cuento cómo implementarlo, pero como todo en esta vida, hay que practicar, practicar y practicar.
- Encuentra un lugar tranquilo, en donde no haya algo o alguien que te interrumpa. Deja a un lado el celular o cualquier dispositivo electrónico.
- En una mesa vacía o un mantel sobre el suelo, coloca los utensilios para preparar el té, incluido el agua caliente.
- Siéntate cómodamente, que tu alineación y postura tampoco sean motivo para distraerte.
- Cierra los ojos y respira tranquila y profundamente, por lo menos tres veces. Agradece por “ser y estar en este momento”.
- Siente los sonidos, la temperatura de tu cuerpo y los aromas del espacio, sin perder la atención de tu respiración.
- Abre los ojos y prepara el té, teniendo como punto focal el movimiento de agua, su sonido y temperatura. No olvides respirar.
- Mientras se infunde el té, cierra los ojos. Sólo concéntrate en tu respiración profunda.
- Abre los ojos y sirve el té. Sigue respirando.
- Toma la taza o cuenco entre tus manos, sintiendo sus texturas y temperatura. Observa el color del licor, sin dejar de respirar profundamente.
- Acerca el té a tu nariz disfruta de su aroma, sin analizar ni juzgar. Sigue espirando
- Bebe el té lentamente y respira profundamente entre sorbo y sorbo. Si vienen pensamientos a tu mente, piensa que son como un auto que simplemente pasa y déjalo ir.
- Al terminar de beber el té, cierra los ojos y agradece nuevamente por el regalo que acabas de recibir.
- Respira profundamente, tres veces. Abre los ojos.
- Tómate un tiempo para limpiar y guardar todos tus utensilios de té, antes de seguir con tus actividades diarias.
Es muy importante que tengas muy claro, que esto no es una cata o degustación. No analices ni juzgues y preferentemente, realiza esta práctica con un té que conozcas bien, para que tampoco sea motivo de distracción. Sé paciente, no te desesperes si la primera vez no logras “concentrarte” y sigues cada pensamiento que llega a ti. La práctica y la compasión serán tu mejor compañía para lograr pequeños grandes avances.
Abrazos en taza, Denisse Díaz
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