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Efecto Ratatouille: Por esto recuerdas cosas cuando comes algo rico

Comer algo que te recuerda al platillo que te hacía tu abuela, esto lo explica

Quién no recuerda la escena casi al final de la película Ratatouille cuando Ego, el crítico, prueba el plato del mismo nombre y recuerda cómo lo disfrutaba en su infancia.

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Pues este efecto tiene nombre y se llama Efecto Proust, aunque actualmente se le conoce también Efecto Ratatouille por la película. Es un fenómeno psicológico que describe como un estímulo sensorial, particularmente un olor o un sabor, puede evocar recuerdos de manera vívida e involuntaria.

Foto: Captura de Pantalla

El término proviene de la famosa obra de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido, donde el narrador revive un recuerdo de la infancia al probar una magdalena mojada en té. Este evento desata una cascada de recuerdos detallados, que estaban aparentemente “olvidados”, pero que se activan con la experiencia sensorial.

Este efecto tiene diversos componentes los cuales, según estudios de psicología de Rachel Herz en su libro The Scent of Desire, se explican de la siguiente manera:

  1. Estímulo sensorial: Aunque puede ser provocado por cualquier sentido (vista, oído, tacto), el olfato y el gusto son los más comúnmente asociados con este fenómeno. Estos sentidos están directamente conectados con áreas del cerebro que procesan emociones y memoria, como el hipocampo y la amígdala.
  2. Memoria involuntaria: A diferencia de los recuerdos que se evocan de manera consciente, el Efecto Proust ocurre de manera espontánea y sin esfuerzo. Es decir, el recuerdo se “desbloquea” sin que la persona intente recordarlo deliberadamente.
  3. Emocionalidad: Los recuerdos que emergen a través de este efecto suelen estar cargados de un fuerte contenido emocional, ya que los sentidos están directamente relacionados con experiencias afectivas. Esto hace que las memorias evocadas sean especialmente vívidas y detalladas.
  4. Durabilidad de los recuerdos: Se ha observado que los recuerdos activados por olores o sabores pueden ser más duraderos y detallados que los recuerdos evocados por otros estímulos sensoriales. Esto se debe a la proximidad del bulbo olfativo al sistema límbico, que es responsable del procesamiento de la memoria y las emociones.

Memoria involuntaria en la comida

En general este efecto también se puede dar con cualquier tipo de experiencia artística, ya que puede ser un poderoso detonadores de la memoria involuntaria debido a que suelen despertar emociones y sentidos que trascienden lo racional, conectando directamente con recuerdos pasados.

Foto: Freepik

Estimulación sensorial: Las obras de arte suelen estimular varios sentidos a la vez, como la vista, el oído e incluso el tacto. Una melodía, una pintura o una escultura pueden traer recuerdos asociados a situaciones o momentos vividos. Por ejemplo, una canción escuchada en la infancia puede evocar un recuerdo enterrado de un lugar o una persona.

Resonancia emocional: Las obras artísticas, especialmente aquellas que generan una profunda respuesta emocional, pueden activar recuerdos asociados con estados emocionales similares. La tristeza o alegría que se experimenta al ver una obra de arte puede abrir paso a recuerdos de experiencias vividas bajo esas mismas emociones.

Simbolismo y asociaciones: El arte utiliza símbolos y metáforas que, sin darse cuenta, pueden conectarse con experiencias personales. Una obra de arte que explora un tema como la nostalgia o el paso del tiempo puede despertar en el espectador recuerdos personales que ni siquiera estaban buscando.

Sincronía entre lo vivido y lo observado: Al encontrarse con una obra de arte que refleja o expresa una experiencia que coincide con algo que el espectador ha vivido, esto puede activar la memoria involuntaria. Puede ser la representación de una escena, un ambiente o una emoción que conecta directamente con algo que la persona ha experimentado.

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Estudios y ciencia detrás

Los neurocientíficos han investigado el Efecto Proust y han descubierto que los recuerdos evocados por olores activan las áreas del cerebro relacionadas con la memoria emocional, como el córtex orbitofrontal y el hipocampo, de manera más intensa que otros tipos de estímulos.

En estudios experimentales, como los realizados por Herz, se ha demostrado que los olores son más eficaces para despertar recuerdos autobiográficos que las imágenes o las palabras. Estos recuerdos tienden a ser más antiguos y están más estrechamente vinculados a emociones fuertes, en comparación con los recuerdos evocados de manera consciente.

En su investigación, también analiza cómo el olfato y el gusto están profundamente conectados con las áreas del cerebro responsables de la memoria autobiográfica y las emociones, como el hipocampo y la amígdala.

Alan Hirsch, neurólogo y director de la Fundación de Tratamiento e Investigación del Olfato y el Gusto en Chicago, ha estudiado los efectos del olfato y el gusto en la memoria. Sus estudios se han centrado en cómo ciertos aromas o sabores pueden desencadenar recuerdos involuntarios de manera intensa, lo que se ha denominado en ocasiones como “flashbacks gastronómicos”.

Incluso John Brewer, en su libro The Pleasures of the Imagination: English Culture in the Eighteenth Century, explora la historia cultural de la memoria y el gusto, centrándose en cómo ciertos alimentos o bebidas pueden ser portadores de memoria histórica y cultural. Brewer estudia cómo la experiencia del sabor ha sido utilizada históricamente para evocar recuerdos colectivos, un concepto relacionado con la memoria gastronómica involuntaria.

Experiencias gastronómicas que amplifican los sentidos y los recuerdos

Un ejemplo de ello lo realizaron los Hermanos Roca, quien en 2020 realizaron una experiencia culinaria que, de al provocar sensaciones a golpe de sabor y tirando de la memoria generaron todo este efecto.

Foto: Cortesía El Celler Can Roca

Es así como el plato en el menú de El Celler de Can Roca que explota al máximo el Efecto Proust, ese es Memorias de un bar barrio. Se trata de uno de los entrantes que desde hace años está presente en el restaurante. Es una composición en formato pop-up que el camarero despliega al servir en mesa. “Retrata un poco una etapa de nuestra vida: Jordi con la bicicleta en las nubes, yo y Josep en la barra… y el conjunto representa el bar de nuestros padres”, explica Joan Roca. “Son pequeños aperitivos inspirados en tapas que tomábamos cuando éramos pequeños. El primero tiene forma de barra de pan pero en realidad es un jugo de riñones al Jerez liofilizado. Tiene la textura etérea con muchísimo sabor a riñones al Jerez. Luego está también el bombón de Campari, un bacalao con espinacas, pasas, piñones e Idiazabal, unos calamares a la romana, un mejillón en escabeche…”, añade.

Los hermanos Roca, la tercera generación de una familia dedicada a la restauración, recordaban como su abuela Angeleta fue una persona especial para ellos. “Era nuestra musa, un personaje querido y entrañable, que vivió muy feliz en la cocina con nosotros”, recuerda Joan. Después de su muerte, el mayor de los Roca concibió un plato “emocionalmente muy potente” que le trasladaba a un pasado de recuerdos con la yaya. Se trata de un cordero con pan con tomate. “Cuando éramos pequeños nuestra abuela nos lo preparaba. Era algo muy especial. Cortaba el pan con tomate y las costillas de cordero con unas tijeras y lo comíamos con las manos”, comenta.

Se trata de un plato inspirado en esa idea del recuerdo pero con la aplicación de técnicas nuevas. “Hacemos esto siempre con la pretensión de que aporte algo más. Que esos sabores estén ahí, que esas emociones estén ahí, pero que haya también una aportación”, añade Joan. En este caso, el costillar de cordero está cocinado a baja temperatura y la composición del plato es un bocadillo al revés, en el que la piel del cordero hace de galleta crujiente y el pan con tomate queda en el interior. “Prácticamente era un sistema que nos permitía proporcionar de una manera adecuada la cantidad de cordero y la cantidad de pan para que tuviera el mejor sabor”, argumenta.

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