Por Fabiola Caballero
Para las comunidades asentadas a las faldas de la Malinche -Tlaxcala-, el maíz es quizá el elemento más importante en los altares de Día de Muertos, pues más allá de ser el ingrediente principal de la mayoría de los platillos colocados, coincide con el fin del ciclo de la cosecha. Es así, que sí hubo buena cosecha, se coloca un puñado de maíces al centro de la ofrenda.
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Pero, además, se preparan un sinfín de alimentos con la semilla madre, desde atoles, tortillas, pan y tamales, de este último existe uno en particular que se usa para recibir a las almas en pena, aquellas que no ha podido transcender al “más allá”.
Doña Margarita Ortega, mujer indígena de Ixtenco, cada 1 de noviembre espera a sus difuntos con un gran festín. Para los “olvidados” también hay una cazuela de comida en medio de la mesa, y para las almas en pena coloca un plato de tamales “tontos” en la entrada de su casa.
Si bien, esta práctica ya no es tan común en la comunidad, en algunos hogares aún se preparan estos tamales de maíz nixtamalizado y manteca, cuya masa sirve para “limpiar” el molino.
Por tal motivo, relata don Evaristo Hernández, otro vecino de Ixtenco, que se llama tamal tonto, además por los casi nada de ingredientes que se requieren para hacerlos. Envueltos en hojas de totomoxtle, son cocidos a vapor a la leña o en carbón.
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