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Cuándo empezamos a comer jitomate y chile, la dupla perfecta de la comida mexicana

No podemos imaginarnos unas enchiladas, tacos o moles sin ellos

Para hacer una buena salsa roja, lo único que necesitas son jitomates y chiles. Pero estas dos plantas no solo le dan sabor a nuestra comida, sino que también son parte de nuestra historia y cultura. Originarios de Mesoamérica, han estado presentes en la dieta mexicana desde tiempos prehispánicos, y su relevancia va mucho más allá de un simple acompañamiento.

Ambos pertenecen a la familia Solanaceae, una de las más grandes del mundo, con miembros tan diversos como las papas, el tabaco y las berenjenas. En México, estas plantas tienen un gran valor económico, además están profundamente arraigadas en nuestra cultura y medicina tradicional. El jitomate, la papa y el chile son tres de los cultivos más importantes del país.

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Los primeros rastros de jitomates domesticados se encontraron en el Valle de Tehuacán, en Puebla. Antiguamente, se cultivaban en una variedad de colores, desde amarillos hasta rojos, y se usaban en sopas, guisos, ensaladas y, claro, salsas. Su versatilidad en la cocina no es algo nuevo, pero ha evolucionado de forma impresionante a lo largo de los siglos.

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De los jardines de Moctezuma a las cocinas del mundo

Cuando Hernán Cortés llegó a México, se topó con estos curiosos frutos en los jardines de Moctezuma y, fascinado, los llevó a Europa. Allá, los jitomates fueron recibidos con desconfianza: los europeos no sabían si eran comestibles o peligrosos. Pero, con el tiempo, se convirtieron en ingredientes esenciales de la cocina europea, aunque, como es obvio, nada supera a una buena salsa mexicana.

Por otro lado, los primeros chiles domesticados no eran tan picantes como los que conocemos hoy. Sin embargo, los antiguos mesoamericanos sabían lo que hacían, y con el tiempo, seleccionaron las variedades más grandes, picantes y resistentes. Gracias a ellos, actualmente tenemos una infinidad de chiles que van desde el suave jalapeño hasta el explosivo habanero.

Pero el chile no era solo comida; en Mesoamérica, se utilizaba para ofrendas, como medicina y hasta como tinte. Incluso había quienes hacían instrumentos musicales con chiles. Esta planta era tan multifacética que su relevancia iba mucho más allá del picor.

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