En semanas recientes hemos observado la publicación de diversos reportajes acerca de la industria del vidrio, sus implicaciones y la crisis que se avecina al respecto. En resumidas cuentas, el argumento de dichas notas periodísticas es que la disponibilidad del vidrio será cada vez menor, y por ende, habrá importantes repercusiones al respecto. Una de ellas será para la industria vitivinícola, pues el empaque de vino más popular es precisamente el vidrio en forma de botella.
En ese sentido, hace unas semanas platicamos sobre los diferentes empaques que existen para el vino. Mencionamos, por ejemplo, las latas de aluminio o el vino en cajas de cartón (como los que se usan para la leche, o bien, los que contienen una bolsa de plástico sellada con el vino dentro de ella). Comentamos también que la reputación de dichos empaques no era la mejor y que el vino seguía vendiéndose en botellas de vidrio precisamente porque encierra este aire de misticismo y de sofisticación que tiene el vino de general (de forma errónea, desde mi punto de vista).
Pero vayamos más allá y analicemos cuáles son las consecuencias de seguir empaquetando el vino en vidrio:
En primer lugar, el costo de producción. Conforme reciclar y producir vidrio sigue incrementando su precio, esto contribuye a que las botellas de vino sigan también subiendo de precio (es una cuestión básica de suministros). Pero tiene otra consecuencia importante: el costo de la transportación. No es lo mismo mover vino que está empaquetando en tanques de miles de litros que en botellas de vidrio. Solamente el peso del vidrio mismo genera importantes consecuencias, como por ejemplo, la huella de carbono y el costo que ello requiere para su transporte. Se dice de forma comparada que, mientras un tanque de plástico moviliza cerca de 25 mil litros en promedio, ese mismo espacio en botellas de vidrio sería solamente equivalente a 10,000 litros de vino. Gran diferencia. Y eso que no estamos tomando en consideración el impacto que lo anterior tiene en el medio ambiente.
El vino en botellas de vidrio debe además ser cuidado mediante los diversos cierres que existen, pero sigue siendo el corcho el más tradicional (y por la misma razón, al ser un producto natural y escaso, el costo de este se puede volver impagable para los pequeños productores). Por todas estas razones, la lógica inmediata sugeriría no empaquetar el vino en botellas de vidrio, y además, no cerrarlo con un corcho tradicional. Pero si la lógica y la maximización de beneficios y reducción de costos fuese el único argumento con que se toman decisiones, pues la vida funcionaría de otra forma. En lo personal reconozco que prefiero el vino en botellas de vidrio con cierres de corcho tradicional. Esto no quiere decir que el vino sea mejor o peor.
En mi caso solamente lo prefiero así por una conexión emocional a lo tradicional y lo que ello implica; y estoy seguro que habrá muchos más como yo. No obstante, no todo tiene que ser blanco o negro. Por ejemplo, hay botellas de vidrio más ligeras, con cierres más económicos; hay también soluciones de embotellamiento cuando el vino llega a su destino y no antes, etcétera. Lo que trato de decir es que quizá la industria está evolucionando para ofrecer una gama de alternativas a este problema. En cualquier caso, solo espero que para los tradicionalistas como yo, el costo de una botella de vino refleje la calidad del vino y no solamente de los insumos de empaquetado. El tiempo lo dirá.
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