A veces el mundo parece estar “obsesionado” con la salud y el bienestar, y ahí es donde el término clean eating o “alimentación limpia” ha ganado tracción como una promesa de pureza alimentaria. Desde redes sociales hasta campañas publicitarias, este enfoque dietético ha sido alabado como el santo grial de la nutrición moderna. Sin embargo, detrás de los bowls fotogénicos de quinoa y los jugos verdes, se esconde un espectro que va desde hábitos saludables hasta restricciones peligrosas.
Según la Harvard Medical School, clean eating no es una dieta per se, sino un enfoque que promueve el consumo de alimentos en su estado más natural y con un procesamiento mínimo. La idea es simple, priorizar frutas, verduras, cereales integrales, proteínas de calidad (tanto animales como vegetales) y grasas saludables, mientras se limitan los ultraprocesados, azúcares añadidos y aditivos químicos.
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Pero aquí viene la trampa, no existe una definición oficial del término. Esto significa que, mientras unos interpretan la alimentación limpia como un estilo de vida equilibrado, otros la convierten en una doctrina rígida que demoniza ciertos grupos de alimentos.
Beneficios comprobados
Adoptar una dieta basada en alimentos integrales y frescos tiene claras ventajas. Según un estudio del Consejo Internacional de Información Alimentaria, el 64% de los encuestados que practican clean eating lo asocian con elegir alimentos no artificiales ni sintéticos. Este enfoque puede llevar a una mayor ingesta de fibra, vitaminas y minerales, mejorando la salud digestiva, reduciendo el riesgo de enfermedades crónicas y promoviendo un mayor nivel de energía.
Además, cocinar en casa –un requisito casi implícito en esta filosofía– fomenta una relación más consciente con la comida. Pero, como advierte Harvard, no todas las versiones de clean eating son sostenibles ni saludables.
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El lado oscuro de lo “limpio”
El problema surge cuando la búsqueda de lo “limpio” se convierte en una obsesión. Algunos defensores extremos de la alimentación limpia eliminan grupos enteros de alimentos como los lácteos, el gluten o las legumbres, a menudo sin respaldo científico. Este tipo de restricciones pueden resultar en deficiencias nutricionales y, en casos severos, en trastornos alimentarios como la ortorexia nerviosa, una condición caracterizada por una preocupación obsesiva por la pureza alimentaria.
“La alimentación limpia puede adquirir un tono casi sectario, donde se juzga no solo lo que consumes, sino tu valor como persona”, señala el Dr. Steven Bratman, quien acuñó el término ortorexia en 1997. Esta obsesión, agrega, puede interferir con la vida social y causar angustia emocional cuando las estrictas reglas alimentarias no se cumplen.
¿Cómo adoptar una alimentación limpia sin extremos?
La clave para integrar este enfoque sin caer en sus trampas es la moderación y la educación. Aquí te dejamos algunos consejos prácticos:
Prioriza lo fresco, pero no temas lo envasado. Lee las etiquetas y opta por productos con listas de ingredientes cortas, pero no elimines alimentos procesados que puedan ser nutritivos, como el yogur o el pan integral.
No demonices ningún grupo alimenticio. La eliminación innecesaria de alimentos puede privarte de nutrientes esenciales. Por ejemplo, los cereales integrales y las legumbres son fuentes valiosas de energía y fibra.
Cocina en casa cuando sea posible. Preparar tus propias comidas te da control sobre los ingredientes y fomenta una relación más saludable con lo que comes.
Sé flexible. Una dieta estricta puede ser contraproducente. Permítete disfrutar de un postre ocasional o una comida fuera de tu rutina. La salud es un equilibrio, no una cárcel.
Consulta a profesionales. Evita guiarte exclusivamente por influencers o celebridades. Un dietista o nutricionista registrado puede ayudarte a planificar una dieta que funcione para ti.
Más allá de etiquetas
El concepto de clean eating refleja un deseo universal, alimentarnos mejor ante la saturación de opciones poco saludables. Sin embargo, como señala Harvard, el peligro está en la polarización. Clasificar los alimentos como “limpios” o “sucios” es un error simplista que no refleja la complejidad de la nutrición.
Como consumidores, es esencial cuestionar las modas y tomar decisiones informadas. Y, sobre todo, recordar que la comida no solo nutre el cuerpo, sino también el alma. Porque, al final, ¿qué sería de la vida sin la ocasional indulgencia de un chocolate o un trozo de pan recién horneado?